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¿Qué
nos dice el censo poblacional 2000?
Inteligente
cesión de soberanía
Se exige liberación de Gallardo La reforma de las Fuerzas Armada ....
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Basta JOSÉ
HERRERA PEÑA 02 abril 2002. Es atroz, inmoral e irritante el espectáculo que
ofrece la permanente y desigual guerra entre Israel y Palestina. El
mundo está cansado y horrorizado de ver desde hace muchos años las
mismas imágenes: un ejército perfectamente armado y apoyado por la
primera potencia del mundo contra un pueblo miserable, desesperado y
aislado. Tanques israelíes disparando metralla y fuego contra mujeres
indefensas. Niños palestinos defendiéndose con piedras. Cuerpos de
hombres y mujeres judíos despedazados a consecuencia de un terrorista
palestino que se inmola
en un mercado o en un templo israelí. Ante este estado de cosas, el representante de Arabia Saudita presentó una iniciativa de paz que, secundada por los 22 países de la Liga Árabe, aceptada por la Autoridad Palestina, apoyada por EEUU y aprobada unánimemente por el Consejo General de las Naciones Unidas, ha sido rechazada por Israel. Ahora se ve claramente quién está a favor de la paz y quién de la guerra. ¿En
qué consiste tal iniciativa? En alcanzar la paz total a cambio de la devolución de la totalidad de
territorios que Israel ilegalmente ocupa desde hace 35 años. Israel se
retira a sus fronteras del 4 junio 1967; Siria recupera el Golán, y un Estado
palestino es creado en Gaza, Cisjordania y Jerusalem-Este. A cambio de
ello, los 22 Estados de la Liga Árabe reconocen al Estado de Israel,
establecen con él relaciones diplomáticas y comerciales, y se
comprometen a garantizar su seguridad. La propuesta tiene bases y precedentes. Sobre ese mismo principio, es decir, paz a cambio de territorios, se aprobaron las resoluciones 242, de 22 noviembre 1967, y 338, de 22 octubre 1973, por el Consejo de Seguridad de la ONU. Por otra parte, la paz entre Israel y Egipto no descansa en otras bases. A pesar de la oposición de la extrema derecha, Israel se comprometió en 1977 a devolver la península de Sinaí, tomada por sus tropas, y a desmantelar las colonias implantadas. A cambio de ello, Egipto reconoció la existencia de Israel, y Anhuar El Sadate firmó en Jerusalem el tratado de paz que ha sido respetado hasta la fecha. Además, dentro de este marco de referencia se condujo la Conferencia de Madrid en 1991 y se firmó el Tratado de Oslo, ahora roto, entre israelíes y palestinos. Por último, las negociaciones de Campo David en julio 2000, justo antes de la explosión de la segunda Intifada, así como las de “la última oportunidad”, en Taba, de enero 2001, también reposan sobre las mismas bases. A casi todos estos antecedentes hace referencia la resolución 1402, aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU el 30 de marzo último, preocupado por el deterioro de la situación en Medio Oriente, incluidos los recientes ataques suicidas en Israel y el ataque militar contra el cuartel general de Yasser Arafat, presidente de la Autoridad Palestina. Por tal motivo, exige que las dos partes hagan inmediatamente un alto al fuego; que las tropas israelíes se retiren de todas las ciudades palestinas, y que cesen de inmediato todos los actos de violencia, terror, provocación, incitación y destrucción. A pesar del categórico rechazo israelí a dicha resolución, hay condiciones favorables para la paz. El mundo está harto de estas matanzas. La estrategia de Ariel Sharon, fundada en el uso exagerado de la fuerza para que los palestinos acepten la colonización de una parte de los territorios ocupados, no tiene ninguna posibilidad de éxito. Al contrario. Nunca como hoy los israelíes han sufrido tantas pérdidas humanas ni ha sido tan grande la inseguridad en el interior de Israel. Muchos generales del ejército se resisten a participar en el terror contra la población indefensa. Muchos israelíes prefieren ir a prisión antes que acudir al llamado a las armas. Sergio
Yahni, por ejemplo, codirector del Centro de Información Alternativa de
Israel, se ha negado a participar en esa “guerra sucia” que, según
él, incluye “asesinatos
extrajudiciales, asesinatos de mujeres y niños, destrucción de la
infraestructura económica y social de la población palestina e
incendios de tierras agrícolas”, y que, a pesar del miedo y la
desesperación que ha sembrado, no ha logrado “ni que el pueblo
palestino renuncie a su sueño de soberanía e independencia, ni que el
pueblo de Israel disfrute de seguridad”.
Las colonias establecidas en Gush, Etsion, Efrat y Kedumin las
compara a un cáncer que ha devorado el cuerpo social israelí desde
hace 35 años. Dice que la Fuerza de Defensa no es un ejército que
exista para asegurar la seguridad de los ciudadanos de Israel sino para
garantizar el robo de tierras palestinas. Y concluye: “como judío y
como ser humano, tengo el deber de negarme resueltamente a formar parte
de ese ejército. Como hijo de un pueblo víctima de progroms y de
destrucción, no puedo ser parte de esas enloquecidas políticas. Como
ser humano, es mi deber rechazar la participación en toda institución
que comete crímenes contra la humanidad”. Por otra parte, la
capacidad de resistencia de la población palestina ha llegado al límite.
La Autoridad Palestina ha recibido golpes decisivos. Muchos de sus
dirigentes han sido liquidados, víctimas de ejecuciones selectivas. La
infraestructura del Estado palestino está en ruinas. La desesperación
alimenta la estrategia de los atentados suicidas. Estrategia criminal y
equivocada porque, además de irritar a la opinión pública
internacional, ha traído consigo resultados contraproducentes. En
efecto, mientras más se ha aterrorizado a la sociedad israelí con este
tipo de actos, más se ha sentido ésta inclinada a elegir gobernantes
radicales e intransigentes. Es necesario cambiar de dirección. Si los
dos pueblos están hartos de violencia y desean avanzar hacia la paz y
la conciliación, se requiere el fortalecimiento del movimiento
palestino no violento, para que éste pueda articularse con el
movimiento pacifista israelí. Por último, la paciencia
del gobierno de EEUU está a punto de agotarse. Por primera vez en la
historia, las dos últimas resoluciones del Consejo de Seguridad de la
ONU a favor de la paz en el Medio Oriente, no han sido vetadas sino
apoyadas por el gobierno de Bush. Cierto que éste todavía no le ha
dado la espalda a Israel. Al contrario. Ha considerado la violencia
israelí como legítima defensa. Pero esta situación ambivalente no
puede subsistir. No tardará en ser congruente con sus propias
definiciones. ¿Qué espera el gobierno del presidente Fox para dar instrucciones a su representante ante el Consejo de Seguridad de la ONU en esta materia? ¿No que ahora debe prevalecer la “alianza estratégica” de México con EEUU? ¿Por qué nuestro gobierno no fortalece la posición norteamericana en el Consejo de Seguridad? ¿Por qué no impulsa negociaciones de paz con decisión, firmeza y energía? |