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Transición
democrática a la mexicana José Herrera
Peña 05 junio 2001.- La “transición democrática” no
concluyó con la alternancia. Sigue.
Ahora lo que viene es “un gobierno de responsabilidad compartida entre
todas las fuerzas políticas”, declaró el viernes 2 de junio el secretario de
Gobernación Santiago Creel. ¿Qué
es la “transición democrática”? A diferencia del concepto democracia y otros
afines (proceso democrático, desarrollo democrático, etc.), éste es
relativamente nuevo. La “transición democrática” suele confundirse con la
“alternancia”; pero son cosas distintas. La transición es el paso de una
dictadura –militar, ideológica o de partido- a un régimen plural y, por
consiguiente, de un sistema político a otro, como el que hubo en España o en
Chile. “Alternancia”, en cambio, es el paso de un partido a otro en el poder,
sin que ello implique cambio de sistema, como el que ha habido en México. Los
países que pasaron de la dictadura a la democracia -en grandes oleadas
históricas- durante los años que duró la “guerra fría” (1945-1990),
constituyen los casos que obligaron a los investigadores a estudiar el tema
en el último cuarto de siglo. Dichos
autores no aplicaron la teoría a la realidad, porque dicha teoría no existía.
Al contrario, investigaron las treinta transiciones democráticas más
importantes ocurridas en tres subcontinentes del mundo, y elaboraron la
teoría. Entre los países que estudiaron se encuentran España, Grecia y
Portugal (Europa Occidental); Chile, Argentina y Brasil (América Latina), y
la antigua URSS y los países de Europa del Este. Los
teóricos de referencia coinciden en que la “transición democrática” reviste
tres características fundamentales: que responda a condiciones y “pactos”
locales, que sea rápida, y que sea exitosa. Lo que significa, a
contrario sensu, que si los procesos políticos no responden a
“pactos”, o son lentos, o no culminan con el éxito, serán cualquier cosa,
menos transiciones democráticas. Con
variedad de matices en múltiples aspectos, la mayoría produjo sus obras en
los 90’s, aunque con precursores que las publicaron en los 70’s y 80’s. Hablo
de Aren Lijphart (Asociación para la democracia), Dunkward
Rustow (Transiciones a la democracia), Samuel P. Huntington (La
tercera ola de la democracia), Seymur M. Lipset (El hombre
político), Mattei Dogan y Richard Rose (La cultura cívica),
Juan Linz y Alfred Stepan (La quiebra de los regímenes democráticos),
Giusepe di Palma (Cómo y por qué se democratizan los países),
Terry Lynn Karl y Phillipe C. Schmitter (Modos de transición en América
Latina y Europa del Este), Torcuato di Tella (Transiciones a la
Democracia en América Latina) y otros. Dichos
investigadores nunca hubieran incluido a México en su teoría. De hecho, nunca
lo hicieron, porque nuestro país siempre ha respondido a una dinámica
política diferente. Así lo percibieron a principio de los 90’s Karl y
Schmitter (Op. Cit.), Guseppe di Palma (Op. Cit), y, sobre todo, Pempel, T.
J. et al. Según ellos, cuatro países han sido y son países democráticos; pero
no a la manera tradicional, como los países occidentales, sino a su manera.
Ellos son Suecia, en Europa; Japón, en Asia; Israel, en Oriente Medio, y
México, en América Latina. Por eso, el libro que coordinó las investigaciones
del grupo de Pempel fue titulado Democracias Diferentes. Ahora
bien, durante diez años más o menos, varios partidos políticos, entre ellos
el PAN y el PRD, pusieron de moda el concepto de “transición democrática” y
lo aplicaron a lo que en verdad no entrañaba más que una simple “alternancia”
en el poder. Hasta establecieron símiles; que el “pacto” del Castillo de
Chapultepec era equivalente al del Palacio de la Moncloa; que la transición
democrática concluiría con el triunfo de la alianza opositora frente al PRI,
y otras lindezas por el estilo. Sin
embargo, la realidad suele dar sorpresas -a veces bastante desagradables- a
quienes la confunden con sus propias ideas. El “pacto” del Castillo de
Chapultepec se quedó en el aire y la “alternancia” ocurrió sin necesidad de
ninguna alianza opositora. El candidato del PAN-PVEM a la Presidencia de la
República se impuso electoralmente no sólo al del PRI sino también al del PRD
y a los demás. Los
portavoces del grupo político victorioso anunciaron que la “transición
democrática” había concluido. En diciembre del año pasado, por ejemplo,
participé en una mesa redonda -que organizaron conjuntamente el Consejo
Estatal Electoral y el Congreso del Estado de Guerrero sobre el tema de la
reforma política- en la que escuché al licenciado César Cansino declarar en
forma brillante y elocuente que la “transición democrática” había terminado
con la llegada de Vicente Fox a la titularidad del Ejecutivo Federal. Y
en efecto, de repente se hizo silencio sobre el tema, hasta que el viernes 1
de junio, durante la instalación de un diplomado sobre el Estado
contemporáneo, en Jalapa -al que asisten varios tratadistas internacionales-,
el secretario de Gobernación Santiago Creel expresó que la “transición
democrática” no se agotó en lo electoral, y que lo que viene serán “cambios sustantivos en el ejercicio del
poder, en la conducción política, y en la adecuación de las instituciones que
norman la relación entre los poderes, y entre autoridades y ciudadanos”. El
concepto de “transición democrática”, pues, ha sido nuevamente lanzado a la
circulación, sólo que ahora dándosele un contenido estrictamente
constitucional, y además, no como lema de campaña electoral o slogan de
propaganda política, sino como tesis oficial y programa del gobierno. No
importa que el caso de México no corresponda a la teoría. Por decisión
oficial, estamos en “transición democrática”. Es más: “el gobierno del
presidente Fox se asume como un gobierno de transición”. Esta
transición no procede de una dictadura sino de un proceso democrático, es
decir, “de una combinación de reformas político-electorales”. Ni se deriva de
un “pacto” sino de decisiones que los ciudadanos han puesto en las urnas “más
que los políticos en las mesas de negociación” (Creel). No será rápida sino
necesariamente lenta. Y es imposible predecir si tendrá éxito o no. Luego
entonces, no se parece a una “transición democrática”, pero como ya se
anunció como tal, ésta será atípica, peculiar, muy a la mexicana.
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