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¿Qué
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La reforma de las Fuerzas Armadas
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La
tormenta no cesará JOSÉ
HERRERA PEÑA 12
octubre 2001. Con la aparición de Osama Bin Laden
el pasado lunes 8 de este mes, vestido de
uniforme militar, y la de uno de sus lugartenientes, Suleimán Abud
Queid, vocero de la organización Al-Qaeda, ante las cámaras de
televisión,
muchas cosas quedaron
aclaradas,
pero
otras,
se
oscurecieron más. Bin
Laden admitió públicamente que sabía que los monstruosos atentados
en Nueva York y Washington fueron planeados por un “soldado islámico”,
aunque no precisó si ese soldado es él o algún otro. Sus palabras
textuales son: “Uno
de los soldados del Islam recibió de Dios la sabiduría para cobrarle
a EEUU”. Poco después, Abud Queid aceptaría indirectamente que
conocía a los operadores suicidas y que sus actos habían sido actos
de guerra, al declarar: fueron “jóvenes… que hicieron algo bueno,
llevar la guerra al corazón de EEUU”. Bin
Laden admitió igualmente que sabía que dichos
actos fueron cometidos con el fin de sembrar terror
entre los norteamericanos. No los consideró como delitos sino como actos
de Dios. Sus palabras son terribles: ”Alá ha
destruido algunos de sus edificios más grandes. El terror invadió a
EEUU de Oeste a Este y de Norte a Sur. Así, le damos gracias a Alá”. Y
Bin Laden admitió, por último, que sabía que el móvil de dichos
actos es la venganza, por los grandes agravios que los norteamericanos
han inflingido al mundo islámico. No a uno de sus países o regione
sino al universo del Islam. Dijo: “EEUU está probando hoy lo que hemos probado por
decenas de años. Nuestra nación, por más de ochenta años, ha
estado probando este terror. Nuestra gente ha sido aniquilada; nuestra
sangre, derramada; nuestras tierras santas, profanadas. Hemos pedido
ayuda y no hemos recibido nada”. Abud Queid, por su parte, no
olvidaría a Israel: “La nación islámica, hace más de ochenta años,
ha estado sufriendo; ha estado sometida a la ocupación sionista, y
nadie ha hecho nada para ayudarnos”. Las declaraciones anteriores parecen indicar que Osama Bin Laden no fue el autor intelectual de los atentados, aunque sí que fueron planeados y ejecutados por miembros de su organización Al-Qaeda (La Base), quienes aparentemente obraron con autonomía. Al
mismo tiempo, dichas declaraciones parecen echar por tierra dos atrevidas
hipótesis
que corrieron a partir del 11 de septiembre: a) que los atentados podrían
haber sido preparados, organizados y dirigidos por círculos secretos
del propio sistema político
norteamericano, al estilo del asesinato
del presidente Kennedy, a fin de poner en operación su oxidada
maquinaria de guerra, y b) que los atentados podrían haber sido
resultado de una maquiavélica y monstruosa intriga de los servicios
israelíes, para que EU descargara su ira contra los países más
belicosos del mundo musulmán. Aclararon al mismo tiempo que esta guerra no es una
“guerra convencional” sino una “guerra de terrorismos”:
por una parte, el “terrorismo sionista-norteamericano”, y por
otra, el suyo, el “terrorismo islámico”. Luego entonces, aceptaron implícitamente
que la extraña contienda no ha estado ni estará sujeta a reglas ni a
convenciones internacionales; que los blancos de los ataques han sido
y serán militares y civiles; que los teatros de
operaciones han sido y serán no sólo Afganistán sino también cualquier lugar del mundo
en que EEUU tenga intereses, y que las armas de exterminio serán
todas: convencionales y no convencionales, químicas, bacteriológicas y termonucleares. Por
lo que se refiere a la “guerra entre terrorismos”, a la que
podría
calificársele de "guerra total", Bin Laden dijo:
“Un
millón de niños ha muerto en Irak al momento. Eran inocentes. Sin
embargo, fueron asesinados. Y no hemos escuchado nada de nuestros
grandes líderes”. Por su parte, Abud Queid, agregaría:
“¿Es posible que EEUU y sus aliados hayan matado a gente todos
estos años, sin que eso se considere terrorismo?” Conforme
a las tesis de estos hombres, el terrorismo se combate con terrorismo;
el terrorismo norteamericano-sionista, con terrorismo islámico. Las víctimas
inocentes norteamericanas no fueron más que un acto de represalia por
las víctimas inocentes islámicas. Bin Laden dijo: “Si
la espada llegó a EEUU después de ochenta y un años, debe
entender por qué llegó”. Pero esto no se detendrá aquí. La
escalada seguirá. Anunció: “Ellos han salido con sus hombres y su
ejército para pelear contra el Islam. Es nuestro papel defenderlo”.
Además,
precisó la gran diferencia entre las dos filosofías en conflicto. El
soldado “infiel”, es decir, el occidental, piensa en vivir. El islámico,
en cambio, no teme morir. Eso decidirá el destino de los
contendientes. Dijo: “Así como los norteamericanos piensan en la vida, del
mismo modo hay miles de jóvenes islámicos ansiosos por enfrentar a
la muerte”. Y se dirigió a los suyos: “Es papel de cada musulmán
entender que los vientos de guerra soplan sobre nosotros y que nuestro
llamado es defender al Islam”. En
cuanto a los teatros de operaciones, “los
intereses de los Estados Unidos están en todo el mundo”, señaló
Abud Queid. “Cada musulmán tiene que cumplir con su papel de
defender a su religión y a su nación, y librar esta guerra donde se
encuentre”. Por
lo que se refiere a las armas de exterminio, sabemos que las tropas
norteamericanas llevan en su arsenal todas y de todo tipo; que han
empezado a probar las convencionales en Afganistán, y que muchas de
ellas son “inteligentes”, dirigidas vía satélite. Por otra
parte, sabemos que los Talibán no cuentan más que con armas
obsoletas; que la mayor parte ya fue destruida por los bombardeos, y
que las que conservan carecen de eficacia frente al poderío tecnológico
norteamericano. Sabemos que no cuentan con armas nucleares; que es
poco probable que tengan armas químicas o bacteriológicas, y que,
aunque las tuvieran, sería casi imposible utilizarlas en EEUU, Israel
o algún país europeo. Y sabemos que no tienen apoyo de ninguna
potencia del mundo. La desproporción entre ambos contendientes, como
se ve, no puede ser más evidente. Cierto:
no hay enemigo pequeño. Sin más armas que unos cuantos cuchillos de
palo, los terroristas islámicos ya demostraron los efectos
devastadores de su acción. No sólo destruyeron los símbolos del
poder económico y militar del imperio, lesionaron gravemente su
economía y lo hundieron en una grave crisis existencial, sino también
ocasionaron su gigantesco desplazamiento militar y atrajeron sus
operativos hacia su propio territorio. Sin
embargo, nada indica que los Talibán pudieran ganar este desigual
conflicto. Por eso, no deja de sorprender que Bin Laden empuñe, con
una mano, la espada de la guerra, y con la otra, el olivo de la paz. El
precio que fija a la paz es razonable: que norteamericanos e
israelíes salgan de los lugares sagrados (La Meca, Medina y Jerusalén),
que se reconozca al Estado palestino y que cese el bloqueo a Irak. Ya
el presidente Bush, por vía precautoria, había advertido unos días
antes que había pensado en la creación del Estado palestino. Nada
dijo, en cambio, de la posibilidad de retirar sus bases militares de
Arabia Saudita (en la que se encuentran La Meca y Medina) ni de
presionar a Israel para que abandone Jerusalén, ni de suspender el
bloqueo a Irak. Si no se hace la paz, la guerra parece no tener más desenlace que el aplastamiento de los afganos. Sin embargo, ¿por qué Abud Queid se atrevió a decir? “Vamos a combatirlos con todos los recursos que tenemos, con toda nuestra fe en Dios y vamos a obtener la victoria”. ¿Por qué agregó la enigmática frase? “Los norteamericanos han abierto una puerta que nunca se va a cerrar”. ¿Por qué el propio Bin Laden advirtió? “Juro por Alá, que ha soplado el sol al cielo, que EEUU no volverá a conocer la seguridad, a menos que la tenga también Palestina...” ¿Es pura baladronada? ¿O Bin Laden
habla en serio? Si es así, ¿cómo podría convertir y aprovechar en
su beneficio la fuerza de sus enemigos? ¿Qué clase de baraja tiene
escondida bajo la manga? |