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Crónica
de un mal
día JOSÉ
HERRERA PEÑA 01 enero 2002. El miércoles 26 de diciembre fue un mal día para el gobierno de EEUU. Ese día se constató que Osama Bin Laden, objetivo principal de la expedición punitiva norteamericana en Afganistán, a quien se dio por muerto, sigue vivo, lo que pondría furioso al presidente Bush, quien prometió llevarlo ante la justicia. Días
antes, el presidente de Pakistán declaró estar "razonablemente
seguro" que había
quedado sepultado en una de las cuevas de la zona montañosa de Tora
Bora. Por vía precautoria, las fuerzas norteamericanas hicieron
estallar bombas especiales en esas cuevas para privarlas totalmente de
oxígeno y hacerlas inhabitables para cualquier ser vivo. Otros
afirmaron que había muerto, mas no a consecuencia de los bombardeos
sino de una enfermedad pulmonar desatendida. Al
mismo tiempo, se aseguró que el multimillonario
saudita estaba vivo, pero no en Afganistán sino probablemente en Pakistán,
según unos, o sea, en plena zona de influencia norteamericana; en
Chechenia, según otros, zona de influencia rusa, y en Cachemira,
según los últimos, zona de graves tensiones entre India y Pakistán.
Pues bien, está vivo y probablemente en algún lugar de Afganistán. Reapareció el miércoles 26 de diciembre en las pantallas de la televisora islámica Al-Jazira, de Qatar, con aspecto cansado, rostro demacrado, ojeroso, prematuramente envejecido, huellas marcadas por el sufrimiento y las penalidades padecidas; pero con uniforme de combatiente y con el kalachnikov a un lado (fusil de asalto AKA-47 o “cuerno de chivo”, como le llamamos en México). Si antes sospeché que jamás sería encontrado vivo, ahora tengo la seguridad de que tampoco lo será muerto. Parece
un hombre que ha caminado mucho, comido poco y dormido menos, pero que
ha pensado profunda e intensamente en las experiencias que ha vivido.
Acaba de perder el control de la nación que le diera asilo y protección.
Ya no le queda nada. No tiene a dónde ir. No tiene nada que perder. No
le queda más que el delirio. Eso fue lo que hizo, delirar, al profetizar el “fin inminente” de EEUU, tanto si
vive como si muere él. Rbiosamente buscado por el
gobierno de EEUU, por los antitalibanes afganos y por los más
renombrados caza-recompensas del mundo, atraídos por los veinticinco
millones de dólares que se oafrecen por él, vivo o muerto, reapareció
en el momento más inoportuno (al finalizar el Ramadán y las fiestas
navideñas) para reafirmar que él no es responsable de los atentados
contra EEUU, aunque se congratule nuevamente de que hayan ocurrido. “Tres
meses después de los loables golpes contra el ateísmo mundial y contra
la cabeza del ateísmo (EEUU) y alrededor de dos meses después de la
feroz cruzada contra el Islam, debemos evocar tales acontecimientos
porque han probado verdades importantes. Se ha vuelto claro que el
Occidente en general y EEUU en particular han desatado contra el Islam
un odio indecible. Aquellos que han vivido estos últimos meses bajo los
incesantes bombardeos norteamericanos se han percatado de esta verdad.
¿Cuántos pueblos han sido diezmados y cuántos millones de personas
han sido dispersadas en este frío glacial? Estos condenados (hombres,
mujeres y niños) que viven hoy bajo las tiendas de campaña en Pakistán
no cometieron ningún pecado. Son inocentes. EEUU lanzó contra ellos
esta campaña feroz sobre la base de una simple sospecha”. El
terrorismo islámico, según él, equivalente a la resistencia a la
opresión, no es tan brutal como el terrorismo de EEUU, cuya intención ha
sido matar a un millón de seres humanos. ¿Por qué éste sí puede
hacerlo y el otro
no? “Otra verdad que hemos
constatado es la de los crímenes de quienes se dicen humanistas y
pretenden defender las libertades. Siete gramos de explosivos bastan
para matar a alguien. Sin embargo, ellos han utilizado bombas de siete
toneladas (siete millones de gramos), lo que prueba su odio contra los
talibanes y contra los musulmanes. Cuando algunos jóvenes islámicos
(que Alá los acoja en martirio) hicieron saltar en Nairobi la embajada
de EEUU con menos de dos toneladas de explosivos, los norteamericanos
gritaron: terrorismo, destrucción masiva; pero los mismos
norteamericanos no han dudado en utilizar bombas de siete toneladas en
Afganistán, siete millones de gramos, sin ningún escrúpulo”. También
habló del exterminio que los bombardeos han causado entre la población
afgana en general, pero puso especial énfasis en los que se descargaron contra
los templos, con lo que evidentemente trató de atizar sentimientos
religiosos: “Después de bombardear sin razón pueblos enteros para
aterrorizar a los habitantes, el secretario de la Defensa afirmó que
EEUU tiene derecho de exterminar pueblos por ser musulmanes, no
norteamericanos. Este es un crimen flagrante. Hace algunos días los
norteamericanos bombardearon posiciones de Al-Qaeda en Khost (al este de
Afganistán) y soltaron por error, según ellos, una bomba teleguiada
sobre una mezquita, en la cual oraban los ulemas. La verdad es que le
apuntaron a la mezquita y mataron a 150 fieles. Este es odio de
cruzados”. Dijo que
quienes hicieron “temblar el trono de EEUU fueron 19 estudiantes (a
los que rindió homenaje), no 19 naciones musulmanas ni 19 ejércitos",
y que
dichos estudiantes "no necesitaron campos de entrenamiento porque estudiaron en las propias escuelas de pilotos del
enemigo y utilizaron los propios aviones de éste". Finalmente,
hizo un elogio del terrorismo islámico, al equipararlo, se reitera, con
el derecho de resistencia a la opresión:
“El terrorismo contra EEUU es loable porque está destinado a
responder a la injusticia y a obligar a ese gobierno injusto a retirar su apoyo
a Israel, que mata a los nuestros”. Este video,
difundido a pesar la “recomendación” de las autoridades
norteamericanas en contrario, opacó ese mismo día, 26 de diciembre, el
sondeo de la Gallup, según el cual el presidente George W. Bush es el
hombre más admirado por los estadounidenses, por encima de Colin
Powell, secretario de Estado; de Rudolph
Giuliani, alcalde de New York (a quien la revista Times sacó en
su portada) y del Papa Juan Pablo II. En efecto, el hombre más
buscado del mundo estaba allí, presente, ante sus propios ojos, en sus
pantallas de televisión, sin retoque de ninguna clase. Ese
mismo día, a pesar de los preparativos para bombardear
próximamente Irak y Somalia, el portavoz de la “coalición”
dirigida por EEUU se vio obligado a declarar que ésta no ha alcanzado
sus objetivos en Afganistán. “Las operaciones aéreas y terrestres
proseguirán hasta que Osama Bin Laden, el Mulláh Mohammad Omar y otras
personalidades de Al-Qaeda y del régimen Talibán sean encontradas”.
A continuación, se efectuaron bombardeos sobre la provincia afgana de
Paktia y estos fueron tan violentos que los despojos de las numerosas víctimas
no pudieron ser identificados. Por
otra parte, ese
mismo día el ministro de Relaciones Exteriores
Tang Jiaxuan fijó la postura de China en la materia, al rechazar “toda amalgama entre terrorismo y resistencia de
los países árabes a una agresión exterior”, en clara alusión al
conflicto de Israel con los movimientos palestino-libaneses y
con Siria. Declaró que “China ha sostenido durante decenas de años las justas
causas de los pueblos árabes que luchan por recuperar sus territorios
ocupados y sus derechos legítimos. Y continuará apoyándolas”. Por
eso, al
impugnar “la política de dos pesos y dos medidas respecto de la lucha
antiterrorista”, hizo un llamado a Israel para que se retire de esos
territorios. También se opuso al intento norteamericano de expandir el
conflicto, al expresar claramente que “no hace falta ampliar el círculo
de la lucha antiterrorista a otros países en función de intereses políticos
o estratégicos de una potencia en particular”. Y condenó, de paso,
los indiscriminados bombardeos en Afganistán, al señalar que “toda
operación militar contra el terrorismo debe tener objetivos precisos,
con pruebas irrefutables, y respetar la vida de inocentes civiles”. Para
colmo, ese mismo día se difundió la noticia de que en Nigeria siete de
cada diez recién nacidos han recibido el nombre de Osama y que en Corea
del Sur los niños de las escuelas primarias cantan a
coro una canción que dice, más o menos: “Osama Bin Laden es la
persona que más respeto. Cuando sea grande seré terrorista. Cuando sea
grande seré como él”. Lo
dicho: el 26 de diciembre fue un mal día para el gobierno de EEUU. |