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José Herrera Peña

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índice

Semblanza


I. VIAJES

1. IDIOMAS

2. PARÍS

3. EUROPA

a) Italia

b) Los otros países


II. EL BOTÁNICO

TOURNEFORT

PLUMIER

LYNNEUS

PLANTAE SELECTAE

DE CANDOLLE

OTROS BOTÁNICOS

OBRAS DE APOYO

HUERTAS

JARDINES

RASPAIL

VON LIEBIG

BOUSSINGAULT

OTROS TRABAJOS


 III. NATURALEZA

1. LECLERC

2. JARDÍN DE PLANTAS

3. PRECURSORES

4. CONTEMPORÁNEOS

A.  LYELL

B. OTROS

5. MANUALES


IV. SOCIEDAD

A. Filosofía

1. BAYLE

2.  FRERET

3. D’ALEMBERT

4. DIDEROT

5. ENCICLOPEDIA METÓDICA

B) Biografía e historia

1. GIBBON

2. GIRARD

3. GAILLARD

4. CHATEAUBRIAND

5. MICHELET

6. OTROS

7. LAMENNAIS

8. OTRAS OBRAS

C. Literatura

1. Novela

2. Poesía y fábula


CONCLUSIÓN

_____________



FONDO MELCHOR OCAMPO

Biblioteca Pública de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

 

A. GENERALIDADES

B. LOS TREINTA Y OCHO LIBROS






MELCHOR OCAMPO

algunos de sus libros

por

JOSÉ HERRERA PEÑA


IV. SOCIEDAD

A. Filosofía

5. ENCICLOPEDIA METÓDICA

La Enciclopedia Metódica fue editada entre 1751 y 1772 bajo la dirección de d’Alembert y Diderot. Su propósito fue reunir y difundir en prosa clara y accesible los frutos del conocimiento y del saber acumulados. Contiene setenta y dos mil artículos de más de ciento cuarenta colaboradores, entre ellos, Voltaire, Rousseau, Holbach o Turgot, para no citar sino algunos. Es un trabajo de referencia masivo para las artes y las ciencias, pero también una máquina de guerra que sirvió para difundir las ideas de las luces. La obra fue saludada como la suma del conocimiento moderno y un monumento al progreso de la razón en el siglo XVIII. Por esta misma razón fue condenada.

Apenas inventada la imprenta, se generó un caos en la producción de libros. Era necesario poner orden. Conrad Gesner presentó por primera vez una obra bibliográfica, la Bibliotheca universalis, que publicó de 1545 a 1548, con un repertorio de dieciséis mil títulos por orden alfabético de autores, al que agregó una clasificación de noticias por orden lógico de materias. Luego, Teodoro Swinger ofreció en 1586 una inmensa compilación de citas en veintinueve tomos, adoptando la “técnica metódica de recolección de lugares comunes”; técnica que consiste en colocar proposiciones, ejemplos y sentencias extraídos de los textos, en tópicos y rúbricas jerárquicamente organizadas, y que permite su inmediato reempleo en la composición de los discursos.

A fin del siglo XVII, Pierre Bayle, impresionado por la multitud espantosa de libros y por la masa de errores que encierran, se dio a la caza de estos y su obra la realizó escogiendo el orden alfabético, que evita toda jerarquía y privilegio en la descripción de los objetos. Gottfried Wilhelm von Leibnitz, por su parte, soñó en una biblioteca ideal y escribió textos teóricos consagrados a las cuestiones de clasificación. Aspiró a hacer un inventario general de los conocimientos, operativo y ágil. Siendo bibliotecario en Wolfenbüttel, vinculó su proyecto enciclopédico a cierta idea de biblioteca redonda que le permitiera abarcar de un solo golpe toda la extensión del saber. Leibnitz llamó biblioteca universal escogida a aquélla que contiene una enciclopedia de todas las facultades, ciencias, disciplinas, doctrinas y obras del espíritu. Sus numerosos trabajos nutrirían proyectos enciclopédicos futuros y suscitarían algunas utopías arquitectónicas.

El Prospectus que escribe d’Alembert, del cual se reproducen ocho mil ejemplares en 1750, establece las condiciones de la publicación de la Enciclopedia Metódica, círculo universal de conocimientos. Constará de diez volúmenes, ocho de texto y  dos de láminas. Se entregará por suscripción: sesenta libras, pago inicial; treinta y seis libras, a la entrega del primer volumen (previsto para el año siguiente); veinticuatro libras a la entrega de cada volumen siguiente (uno cada seis meses) y cuarenta libras al recibir el octavo volumen y los dos de láminas. Total, trescientos setenta y dos libras, por diez volúmenes, en cinco años. Para tener una idea de su costo, el sueldo de curas y vicarios es de trescientas libras al año, según decreto del gobierno francés, de 29 de enero de 1686. En caso de alcanzar mil suscriptores, se generará una negocio de casi setenta y cinco mil libras al año. Sin embargo, antes de salir el primer tomo, los suscriptores sumarán más del doble y pronto llegarán al cuádruple.

D’Alembert y Diderot buscan la colaboración de todos los sabios, literatos y filósofos más insignes que florecen en Francia. Diderot se encarga de artes y oficios, historia de la filosofía antigua y coordina todos los materiales; D´Alembert de las ciencias matemáticas; Rousseau de la música; Daubenton de la historia natural; el abate Mallet de la teología; el abate Yvon de la metafísica, la lógica y la moral; Toussaint de la jurisprudencia; Ecdous del blasón; el abate La Chapelle de las ciencias elementales; Le Blond de la fortificación y de la táctica militar; Gaussier del corte de piedras; Argenville de la jardinería y de la hidráulica; Bellin de la marina; Tarm de la anatomía y la sicología; Louis de la cirugía; Malouin de la química; Blondel de la arquitectura; Leroy de la relojería y la descripción de los instrumentos astronómicos; Vaudenesré de la medicina pura; Landois de la pintura, escultura y grabado, y Dumarsais de la gramática y filología.

D´Alembert presenta el proyecto de la obra en su famoso Discurso, conforme al Árbol de los conocimientos humanos de Francis Bacon. Desde el principio, la Enciclopedia tiene enemigos poderosos, principalmente jesuitas, jansenistas y eclesiásticos en general, y será recibida con violentos ataques. Se acusa a los redactores de rebajar a los reyes y a los santos, y de predicar la libertad de expresión. En cambio, Voltaire, en la conclusión de El Siglo de Luis XIV, saluda la obra “inmensa e inmortal” de sus discípulos. La monarquía se inclina por suspenderla, pero gracias a una mujer, madame de Pompadour, sigue apareciendo, aunque los ataques continúan multiplicándose.

En 1758, D’Alembert defecciona. Pocos años después, en 1764, Diderot, al buscar una información en uno de los volúmenes impresos aunque todavía no distribuidos, se entera que, para evitar todo problema con la censura, el editor Le Breton ha falsificado desde hace dos años algunos de sus artículos y otros de Saint-Lambert, de Turgot, de D’Holbach y de Jacourt. El filósofo expresa su indignación en una carta de varias páginas. “Es una atrocidad de la cual no hay ejemplo desde los orígenes de la producción de libros. ¿Ha habido jamás diez volúmenes clandestinamente cercenados, mutilados, amputados, deshonrados por un impresor?” Profundamente lastimado, admite que es imposible reimprimirlo todo y, presionado por sus amigos, lleva el trabajo a su fin. No por ello disminuye su amargura. Ha ocurrido otro descuido. “Nuestra obra estaría concluida si no hubiera ocurrido una nueva estupidez del impresor, que olvidó parte del manuscrito en un rincón. Hoy tengo suficiente por el resto de la semana. Mañana aullaré...”

Los volúmenes de la Enciclopedia aparecen a compás irregular. En vez de cinco años transcurren casi veinticinco, pero en lugar de diez volúmenes, se publican veintiocho. Los primeros siete, entre 1751 y 1757, al ritmo de uno por año. Los diez últimos, en 1766. Y los once de láminas, entre 1761 y 1772, a cadencia de uno por año.

Desde 1768, Panckoucke, que era entonces el librero de la imprenta real y de la Academia de Ciencias, quiso reeditar la Enciclopedia, pero Diderot trató de disuadirlo: escribió una memoria en la que estima que la obra fue saboteada por colaboradores mediocres y que debe ser completamente reescrita. Sin embargo, Panckoucke compró los derechos y los cobres grabados a Le Breton y sus asociados, y de 1776 a 1777 editó cinco volúmenes de Suplemento al Diccionario razonado, cuyas planchas fueron publicadas en París y en Ámsterdam, sin que Diderot ni sus colaboradores participaran.

Finalmente, Carlos José Panckoucke consideró que Diderot tenía razón y se lanzó a la gran aventura: refundió la Enciclopedia, aunque no según el proyecto original sino conforme a un sistema de diccionarios separados, organizada por materias y reescrita por autores que pertenecen todos a la inteligencia de la época. Su título es Enciclopedia metódica o por orden de materias; empresa gigantesca de doscientos diez volúmenes, de los cuales ciento cincuenta y siete son de texto y cincuenta y tres de láminas. Se publicó en París y no sería terminada sino hasta 1832, treinta años después de su muerte, gracias a la tenacidad de sus sucesores.

Esta edición abandona el árbol de los conocimientos heredado del ideal filosófico, en provecho de un orden de materias que representa una transición hacia el positivismo. Los artículos de una misma materia forman diccionarios separados, en todos los cuales se sigue el orden alfabético. Son veintiocho materias: matemáticas; física; medicina; anatomía y fisiología; cirugía; química; metalurgia y farmacia; agricultura; historia natural de los animales, dividida en seis partes; mecánica; minerales; geografía física; geografía antigua y moderna; antigüedades; historia; teología; filosofía; metafísica; lógica y moral; gramática y literatura; derecho; hacienda; economía política; comercio; marina; arte militar; bellas artes, y artes y oficios. Esta es la obra que adquiere el joven michoacano en París, en ciento noventa volúmenes, publicados de 1789 a 1830[1].

Quince años después, aproximadamente, también se hará de la Enciclopedia moderna, de Francisco P. Mellado, en treinta y cuatro volúmenes, 1853-55[2].

 


[1]Enciclopedie metodique”, número 321. Anotación de Arreola: “(El título es: Tableau Encyclopédique et Méthodique des trois regnes de la nature, París, 1823)”. En su obra sobre Ocampo (p. 186) Arreola asegura que “(Sabás) Iturbide pidió nueve obras, de las cuales ocho estaban en francés y solo una (de Ignacio Comonfort) en castellano. Entre las primeras se encontraba la Enciclopedia Metódica en 190 volúmenes...”. El caso es que la obra está en la biblioteca de la sala Melchor Ocampo. A este respecto, el propio Arreola agrega: “Resulta extraño que la Enciclopedia se encuentre actualmente en la Sala Ocampo del Colegio de San Nicolás, sea porque Iturbide no la retiró del Colegio, a pesar de que está en el archivo el acuerdo de entrega, o bien que posteriormente la donara a la misma institución”.

[2] Francisco de P. Mellado, Enciclopedia moderna, 1853-1855. No aparece en la lista de los albaceas, pero sí en la biblioteca de la sala Melchor Ocampo.


B) Biografía e historia

1. GIBBON











 

 

 


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