Historia y política

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José Herrera Peña

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índice

Semblanza


I. VIAJES

1. IDIOMAS

2. PARÍS

3. EUROPA

a) Italia

b) Los otros países


II. EL BOTÁNICO

TOURNEFORT

PLUMIER

LYNNEUS

PLANTAE SELECTAE

DE CANDOLLE

OTROS BOTÁNICOS

OBRAS DE APOYO

HUERTAS

JARDINES

RASPAIL

VON LIEBIG

BOUSSINGAULT

OTROS TRABAJOS


 III. NATURALEZA

1. LECLERC

2. JARDÍN DE PLANTAS

3. PRECURSORES

4. CONTEMPORÁNEOS

A.  LYELL

B. OTROS

5. MANUALES


IV. SOCIEDAD

A. Filosofía

1. BAYLE

2.  FRERET

3. D’ALEMBERT

4. DIDEROT

5. ENCICLOPEDIA METÓDICA

B) Biografía e historia

1. GIBBON

2. GIRARD

3. GAILLARD

4. CHATEAUBRIAND

5. MICHELET

6. OTROS

7. LAMENNAIS

8. OTRAS OBRAS

C. Literatura

1. Novela

2. Poesía y fábula


CONCLUSIÓN

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FONDO MELCHOR OCAMPO

Biblioteca Pública de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

 

A. GENERALIDADES

B. LOS TREINTA Y OCHO LIBROS

A. GENERALIDADES

B. LOS TREINTA Y OCHO LIBROS





MELCHOR OCAMPO

algunos de sus libros

por

JOSÉ HERRERA PEÑA


IV. SOCIEDAD

A. Filosofía

1. PIERRE BAYLE

En esos años de 1840 y 1841, en que Ocampo vive en Europa, México sigue azotado por el látigo de la intolerancia religiosa. Durante los tres siglos de dominación española, las conciencias fueron vigiladas por la iglesia, el estado y la inquisición. Durante la independencia, la Constitución de Apatzingán -promulgada en 1814- abrió la puerta de la América mexicana a los vientos de todas las libertades, salvo la de cultos, que entró sin embargo por una rendija -el artículo 17-, limitada a los extranjeros que se establecieran en México; que no se opusieran a la independencia de la nación, y que respetaran la religión oficial. Más tarde, dicha rendija se cerró herméticamente, pues en 1820, la Constitución de Cádiz refrendó la intolerancia absoluta. Lo mismo hicieron los ulteriores documentos constitutivos de la nación: Plan de Iguala de 1820, Reglamento Político Provisional del Imperio Mexicano de 1822, Constitución Federal de 1824 y Siete Leyes Constitucionales de 1836, bajo cuyo imperio se rige la nación mexicana en esos días.

El joven michoacano ha leído varias obras contra la intolerancia religiosa; pero las que más le han seducido y conmovido son las de Pierre Bayle, que a pesar de haber estado incluidas en la lista de los libros prohibidos de la Nueva España, se pasearon en las mochilas de los soldados-intelectuales de la insurgencia por muchos lugares del país, y que actualmente (1840), aunque ampliamente difundidas en Estados Unidos, no se consiguen en México.

Bayle, hijo de un pastor protestante y de una noble empobrecida, nació en Carlat, Francia, en 1647. Como su familia no pudo pagar sus estudios, leyó por su cuenta y se volvió autodidacta. A los veintiún años se convirtió al catolicismo, no obstante la pena que causó a su familia, para conseguir una pensión del obispo y estudiar en el colegio jesuita de Toulouse. Dieciocho meses después obtuvo su grado de bachiller, pero arrepentido de su traición, abjuró del catolicismo, suspendió sus estudios y huyó a Suiza. Más tarde escribiría: “¡Qué desdicha! Al cambiar de religión, ¿no se sabe que se provocará la cólera de las personas que más se aman y respetan? ¿No se sabe que se volverá odioso e infame a la familia?”

Aunque buscado por las autoridades, le bastó un simple cambio de nombre (de Bayle a Bele: los dos se pronuncian igual) para despistar a la policía y regresar a Francia. Se volvió preceptor en Rouen, luego en París y, finalmente, ganó por oposición la cátedra de filosofía en la Academia reformada de Sedán. Por eso, toda su vida reivindicaría el título de “profesor de filosofía”, no de “filósofo” (o “profesor de historia”, no “historiador”). En todo caso, la posición académica, aunque muy mal retribuida, le permitió pasar de preceptor doméstico a profesor colegial. Sin embargo, la carga era pesada. Únicamente algunos profesores responsables podrían comprender su queja: “Estoy como un condenado a trabajos forzados. Preparo mis cursos todo el día y doy cinco diarias horas de clase. Son jornadas agotadoras e idiotizantes. Sólo porque uno se acostumbra a todo, he empezado a respirar”.

En 1681, por decisión real, se cerró la Academia de Sedán, justo a tiempo, porque empezaba a ser vigilado. Partió a Holanda -allí se había refugiado René Descartes- y se dedicaría doce años a la enseñanza en la Escuela Ilustre de Róterdam. En esta “gran arca de los fugitivos”, según calificó a este país, publicó los Pensamientos diversos sobre el cometa -sutiles análisis sobre las creencias populares- así como la Crítica general de la historia del calvinismo del señor Maimbourg, donde defiende con energía a los protestantes hugonotes; obra que sería quemada en París.

Luego redactó un periódico: Noticias de la república de las letras, en el que mensualmente dio cuenta detallada de media docena de obras, con noticias concernientes a sus autores, gracias al cual tomó contacto con la Europa sabia y satisfizo su gusto por los libros, de los que por su pobreza había hasta entonces estado privado.

En 1685 publicó Nuevas cartas sobre la historia del calvinismo. La obra suscitó la cólera del rey de Francia, pero éste, al no poder tocarlo, cometió la atrocidad de encarcelar a Jacobo, su hermano, y hacerlo morir en prisión. Bayle respondería con la única arma que tenía a su disposición, su pluma, y escribió sus Comentarios filosóficos, en donde ataca duramente la intolerancia religiosa y defiende “los derechos de la conciencia errante”. El monarca se sintió agredido, pero ya no pudo hacer nada.

En 1690 se situó en el corazón de un nuevo escándalo entre los emigrados protestantes franceses de Holanda. Unos tomaron partido por Guillermo III de Inglaterra, que había formado una colación contra Francia, y Bayle, que estaba contra el monarca francés, tomó partido a su favor. Creía que un poder real fuerte podría permitir, según el ejemplo de Enrique VI, la cohabitación de todas las religiones en su país. Pero además, estar con Inglaterra era renunciar a la esperanza de regresar algún día; así que invitó a los protestantes franceses a apoyar al régimen absolutista. Su situación se volvió crítica: fue acusado de agente francés y enemigo del protestantismo.

En 1693, sin duda bajo la presión del rey de Inglaterra, las autoridades de Rótterdam le revocaron su cargo en la Escuela Ilustre; pero su editor y amigo Reinier Leers le fijó una modesta pensión para que se consagrara a la elaboración de un nuevo libro: el Diccionario histórico y critico, que cuatro años después apareció en cuatro tomos. A Leibnitz le parecería “el más bello de los diccionarios”, según escribió en el prefacio de sus Primeros Ensayos, y su éxito sería asombroso. El joven Ocampo, por supuesto, pide que lo incluyan en su biblioteca[1].

En 1701 sería necesaria la segunda edición, y después, las siguientes se multiplicarían. Monumento de erudición y biblioteca entera por sí misma, guarda también alguna cosa del proyecto inicial: ser un diccionario de errores; un manifiesto sobre la dignidad y las exigencias de la ciencia histórica, y una obra polémica a favor de la tolerancia. También los Pensamientos diversos conocieron varias ediciones, y cuando la fortuna parecía empezar a sonreír al autor, éste murió en 1706, a los sesenta y un años de edad, minado por la tuberculosis.

Bayle ofreció a los miembros de la “república de las letras” armas nuevas largamente desdeñadas: la vulgarización y el eclecticismo. Fue uno de los primeros en comprender que la libertad no puede ser garantizada más que por una gran circulación del saber y de las ideas, independiente de los poderes políticos, de los capitales y de las iglesias. Su obra es una apología no sólo a la objetividad sino también a la tolerancia, así como un alegato apasionado a favor de “los derechos sagrados de la conciencia”. Largos artículos del Diccionario son consagrados a “las minorías” y a los “calumniados de la Historia”.

Erudito y crítico, no tuvo más que un fin: descubrir la verdad. Aunque su obra no es una enciclopedia, ocupa un lugar en la historia del pensamiento enciclopédico, entre la edad clásica y el siglo de las luces. Los enciclopedistas lo saludarían como a uno de sus inspiradores, y su tesis sobre la incompatibilidad entre la fe y la razón, la tomarían como propia.

Los artículos biográficos que constituyen el Diccionario, consagrados a grandes figuras que han sobresalido en la historia del saber y de la humanidad, se dividen en dos partes: una ofrece la información histórica; la otra está hecha de anotaciones críticas y reflexiones diversas. Por eso, el libro multiplica los niveles de lectura, mediante una tipografía excepcionalmente compleja: arriba se distinguen los cuerpos que resumen la información sobre los grandes hombres, y abajo, dos columnas que dejan libre curso a la fantasía, a las audacias y a las paradojas de Bayle, con anotaciones al margen y al pie de página.

En México, en donde hay una agresiva intolerancia en materia de cultos, pensamiento y expresión (1840), no habiendo habido condiciones para que surja un Bayle local, debieran conocerse más las obras de este perseguido de la conciencia. En todo caso, además del Diccionario, Ocampo adquiere sus Obras diversas, en cuatro tomos[2].


[1] Oeuvres diverses de M. Pierre Bayle, La Haye, Compagnie des libraires, tome quatrième, 1737. Aparece en el número 204 de la lista de albaceas bajo el título « Obras de Baile ». Anotación de Arreola: «(Es: Oeuvers diverses de Mr. Pierre Bayle. La Haye, MCCXXXVII) ».

[2] Pierre Bayle, Dictionnaire historique et critique, Rotterdam, chez Michel Bohm, troisième édition, 1720. Aparece en el número 246 de la lista de albaceas bajo el título “Dictionaire historique critique”. Anotación de Arreola: “(Debe ser: Nouveau dictionaire historique et critique pour servir de Supplement ou de continuation au Dictionaire historique et critique de Mr. Pierre Bayle. Par Jacques George de Chaufepie. Amsterdam. La Haya. MDCCI)”. En realidad, el Nouveau dictionnaire al que se refiere Arreola no es de Bayle sino de Chaufepié, y según la lista de los albaceas, el señor Ocampo legó no sólo el Nuevo Diccionario y el Suplemento que le sirve de continuación (también en cuatro tomos), ambos de Chaufepié, sino también el Diccionario (en cuatro tomos) de Bayle. El Suplemento, por otra parte, no aparece en la lista de los albaceas, pero sí en la biblioteca de la sala Melchor Ocampo. Ahora bien, la primera edición del Nouveau dictionnaire de Bayle (1697) se hizo en dos tomos; la segunda (1702) en tres, y la tercera (1720) en cuatro (porque la de 1715, en tres, fue pirata). A partir de la legítima tercera edición de Bayle, las notas quedaron en su orden definitivo. El texto de los artículos ya no está uniformemente en lo alto de las páginas, como en las ediciones anteriores, sino después de las notas en dos columnas del artículo precedente. La cuarta edición (Ámsterdam, chez P. Brunel et al, 1730) se hizo también en cuatro tomos y la quinta (1734) en cinco. Así que la que adquiere el señor Ocampo es la tercera edición... o quizá la cuarta, ambas formadas por cuatro tomos. La mejor, por cierto, será la undécima (Beuchot, Paris, 1820, en dieciséis) porque, a pesar de su criticable tipografía, tiene notas escritas por diversos eruditos del siglo XVIII.


2. NICOLÁS FRERET

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