Historia y política

José Herrera Peña

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México 2003


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José Herrera Peña

Prólogo

Capítulo I
El Primer Congreso Nacional

Capítulo II
La frustrada elección nacional de 1808

Capítulo III
Las elecciones de 1810

Capítulo IV
La elección española de 1810

Capítulo V
La elección de 1811 y el proyecto constitucional de la Junta de Gobierno

Capítulo VI
La Constitución Política de la Monarquía Española

Capítulo VII
Principales principios constitucionales aplicables a América

Capítulo VIII
Sentimientos de la Nación

Capítulo IX
Las elecciones de 1813

Capítulo X
Congreso Constituyente de Chilpancingo

Capítulo XI
La Constitución de Apatzingán

23 tesis y 2 conclusiones

 


Sentimientos de la Nación


Casa de la Constitución


Constitución para la libertad

Presentación

Primera parte

Segunda parte

La versión de Vicente Leñero y Herrejón Peredo

De la Tierra Caliente al frío altiplano

Petición de perdón

Los errores de la Constitución

Graves revelaciones militares

Escrito comprometedor

La retractación

Texto principal

Notas de apoyo

Temas de actualidad

Órganos del Estado Federal y de las entidades federativas

 Constitución Política de 1917

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Raíces

-históricas, políticas, constitucionales-

del

Estado mexicano

José Herrera Peña

IX

Las elecciones de 1813

 

1) Dos nuevas elecciones

En 1813, pues, según se señaló antes, se celebraron en campos opuestos y enemigos, como en 1810, dos elecciones de distinta naturaleza.

Una, doble, en noviembre 1812-julio 1813, organizada por el gobierno español de México para elegir diputados a las Cortes ordinarias de la antigua España -después de haberlo hecho con los miembros de los ayuntamientos de las ciudades conforme a lo dispuesto por la Constitución de Cádiz-, diputados que en su mayor parte, como antes se dijo, nunca llegarían a su destino, por no habérseles provisto de los fondos necesarios para el viaje, así como para elegir diputados a la Junta Provincial de la Nueva España, que no se reunieron en la capital del reino sino hasta un año después.

La otra fue organizada por el capitán general Morelos en agosto de ese mismo año de 1813, a fin de elegir diputados al Congreso de Anáhuac: cuerpo colegiado constituyente que se instalaría en Chilpancingo en septiembre y que asumiría todas las facultades de la soberanía nacional; elegiría al titular del Poder Ejecutivo; declararía la independencia, y daría forma jurídica al nuevo Estado americano.

Algunos autores han dado una gran importancia a la elección española por haberse celebrado conforme a Derecho; es decir, con base en la Constitución de Cádiz de 1812.

Sin embargo, la elección para formar el Congreso Constituyente de Chilpancingo -instalado en septiembre de 1813 conforme al reglamento del capitán general Morelos- llegó a ser para la nación mexicana, tanto histórica como políticamente, más trascendente que aquélla, no sólo por la amplitud territorial en la que se llevó a cabo -no obstante la guerra, la dificultad en las comunicaciones e incluso la peste- sino también por sus efectos prácticos inmediatos.

 

2) Las elecciones españolas

En 1813, el ejército español de México no era dueño en ese momento -pese a lo que se ha dicho en contrario- más que del terreno que pisaba. Consiguientemente, su espacio territorial, además de limitado, estaba sumamente comprometido.

En las elecciones de la provincia de México celebradas ese año, por ejemplo, participaron únicamente los pobladores de 22 de los 41 partidos o cuarteles territoriales en los que ésta estaba dividida, ya que 19, o sea, casi la mitad, estaba en poder de los insurgentes; los que por su parte celebraron en ellos días más tarde sus propias elecciones.

Algo semejante ocurría en el resto del país e inclusive había provincias enteras, como las de Oaxaca y Tecpan (creada ésta por Morelos) y casi totalmente las de Michoacán, Puebla, México, Guanajuato, Jalisco y Veracruz, que caían enteramente bajo la jurisdicción insurgente, salvo sus capitales, que para todos los efectos prácticos vivían en estado de sitio.

A pesar de ello, el proceso electoral español se llevó a cabo el 18 de julio de 1813 y, como se señaló en su oportunidad, se eligieron catorce diputados propietarios (nueve abogados y cinco eclesiásticos) y cuatro suplentes (un comerciante, dos abogados y un eclesiástico) a las Cortes de Cádiz.

Se reitera igualmente que de poco sirvió tal experiencia electoral porque, salvo dos, que se trasladaron en calidad de deportados (más que de diputados) los demás no se presentarían jamás en la asamblea parlamentaria.

 

3) Partidos políticos y Congreso Nacional

Mientras se llevaban a cabo las elecciones de referencia en el territorio que caía bajo la jurisdicción española, los insurgentes organizaron las suyas. Su fin: instalar en Chilpancingo el primer Congreso Constituyente de la nación en armas; organismo al que, a propuesta del diputado Carlos Ma. de Bustamante, se le llamaría Congreso de Anáhuac.

Las elecciones nacionales tendrían que realizarse para resolver las contradicciones políticas que existían entre sus mandos; tanto las ideológicas como las personales y las políticas.

El licenciado Ignacio López Rayón, en efecto, presidente de la Suprema Junta Nacional Americana, además de sostener el proyecto de la monarquía moderada, pretendía conservar la primera jefatura de la nación insurgente y concentrar en sus manos todo el poder del Estado nacional, en proceso de formación, bajo la autoridad soberana del rey, a través de un sistema cuasi-parlamentario, que implicaba la reunión de los órganos legislativo, ejecutivo y judicial bajo el control del reino americano.

El capitán general José Ma. Morelos, por su parte, cuarto vocal de dicho organismo, pensaba que la monarquía sin monarca no respondía ya a las aspiraciones del pueblo insurrecto -ni siquiera la monarquía constitucional con monarca- y postulaba la república democrática, así como, clara, expresa y contundentemente, la división de poderes.

Alrededor de los dos dirigentes anteriores, por consiguiente, empezaron a formarse dos grupos o "partidos políticos" que lucharon entre sí, tanto para hacer prosperar sus respectivos proyectos de nación, cuanto para adueñarse del poder político, único modo de realizar aquellos.

Lo grave del caso es que, como también se dijo, así por razones personales como de autoridad y de principios, los vocales de la Junta de Gobierno no sólo se dividieron sino algunos de ellos también se enfrentaron entre sí. El presidente López Rayón declaró fuera de la ley a los vocales Berdusco y Liceaga, y éstos, por su parte, desconocieron a aquél. La confrontación entre ellos sería no sólo verbal sino también armada. En este lance, la suerte favorecería al presidente y sería adversa para los vocales. Incluso el vocal y capitán general Liceaga caería prisionero del presidente de la Junta. Morelos intervendría rápidamente: “Me veo en la precisión de hacer responsable a vuestra excelencia –escribió a López Rayón- si no pone en libertad al señor vocal José Ma. Liceaga”.[1]

Para acabar con tales discrepancias, pues, Morelos propuso al presidente López Rayón que convocara a los cuatro vocales a una reunión que tuviera lugar en algún punto equidistante entre ellos a fin de someter a su consideración las divergencias que los separaban y dividían; desde las personales hasta las ideológicas y desde las militares hasta las políticas.

Y le propuso igualmente que se admitiera a las deliberaciones respectivas a los representantes electos de las otras provincias ya liberadas por los insurgentes, e incluso de las que faltaba poco por liberar. De este modo, la junta omímoda se transformaría en un Congreso Nacional Constituyente de siete, nueve o más diputados, hasta llegar oportunamente a diecisiete. Dicho congreso estaría encargado preponderantemente de la función legislativa así como de nombrar, remover, vigilar y someter a su control a los representantes de los poderes ejecutivo y judicial.

Las divergencias políticas y personales de los vocales quedarían conjugadas a nivel superior con el nombramiento de un comandante supremo del ejército, un generalísimo, ante el cual debían permanecer subordinados todos los demás mandos de armas, y a quien se confiaría el poder ejecutivo de la nación, a cargo de la administración pública. Y los antagonismos ideológicos que empezaban a dividir gravemente a las grandes fuerzas nacionales, se resolverían mediante la aprobación de una u otra forma de gobierno: la monarquía o la república.

 

4) Proceso electoral insurgente

Recapitulando: la soberanía dimana del pueblo, no de un monarca inexistente, y menos de un dirigente nacional provisional, como lo era el vocal-presidente de la Suprema Junta Nacional Americana, Ignacio López Rayón o cualquier otro, incluyendo a Morelos. En tal principio habían coincidido desde Zitácuaro en 1811 todos los vocales (que después empezarían a llamarse diputados). Consiguientemente, la única autoridad más alta que la de López Rayón o la del propio Morelos era el pueblo.

Pero si bien es cierto que sólo al pueblo correspondía depositar su soberanía en sus representantes legítimos, también lo es que del dicho al hecho hay un buen trecho, y que convertir la teoría en realidad resulta más complicado y difícil que lo contrario. No es inútil recordar que, según el reglamento de Morelos, la elección no sería directa y pública, como en la época de Hidalgo, pero tampoco indirecta en segundo grado (como lo prescribe la Constitución de Cádiz, bajo cuyo procedimiento se habían llevado a cabo días antes las elecciones españolas para diputados a cortes ordinarias en las zonas controladas por las tropas virreinales); la elección insurgente sería indirecta en primer grado.

En la elección española, los electores se habían reunido en villas y pueblos para elegir al elector de su demarcación territorial; éste se juntaría con los electores de las demás demarcaciones para elegir al elector de su subdelegación o municipio, y éste, en fin, se reuniría con los de las demás subdelegaciones en la capital de la provincia para elegir al diputado.

En cambio, en la elección mexicana, los vecinos de las subdelegaciones de las provincias, reunidos en junta, votarían públicamente por un elector, y los electores de todas las subdelegaciones se congregarían en la cabecera de la provincia -o en la ciudad más importante de ella dominada por las tropas insurgentes- y eligirían en secreto al diputado.

En todo caso, Morelos dio instrucciones a sus partidarios de que, al tiempo que ensancharan militarmente el territorio a su mando -en cuanto les fuera posible- convencieran también a sus electores de que votaran por ideas y candidatos republicanos. Urgía, para este último efecto, que los suyos salieran en busca del pueblo, identificaran a los ciudadanos, hicieran campaña entre ellos y les pidieran el voto a favor de los candidatos de su partido. Los procesos electorales de Oaxaca y Puebla quedaron a cargo de Mariano Matamoros; el de Veracruz, de Nicolás Bravo; el de México, de Ramón Bravo, y el de Tecpan, de sí mismo.

 

5) Creación de la provincia de Tecpan

Morelos había dominado un gran territorio sureño que le había servido de base para crear, desde el 18 de abril de 1811 -autorizada después por la suprema junta- una nueva provincia americana con el nombre de Tecpan, que hoy sería más o menos el Estado de Guerrero; libre totalmente de enemigos, salvo un enclave de consideración, que era el puerto de Acapulco, bajo el dominio del gobierno español. Esta población, protegida por la fortaleza de San Diego, era como una isla solitaria rodeada por un anchuroso mar de fuerzas insurgentes. Así y todo, Tecpan había sido el primer territorio libre de América.

Al presente, el puerto de Acapulco acababa de ser tomado por las tropas sureñas y el fuerte de San Diego, sitiado. Si éste no capitulaba en breve, sería volado con sus defensores, incluyendo los habitantes del puerto que se habían refugiado en él. Al concluir los preparativos para hacerlo saltar en pedazos, su guarnición capituló.

La provincia de Tecpan, según lo explicó Morelos en junio de 1813, había existido y sido casi independiente, antes de la conquista, con el nombre de Zacatula. Durante la colonia se había mantenido alejada o marginada de hecho de la dominación española, salvo Acapulco, y su territorio comprendía desde la costa hasta “el río de las Balsas”.

“Los pueblos que la componen han llevado el peso de la conquista del sur", expresó Morelos, y agregó que estos pueblos, al “ministrar reales y gente”, no sólo habían obtenido su propia libertad, sino también contribuido a la de “toda la provincia de Oaxaca y gran parte de las de Veracruz, Puebla y México, en tal grado que estas tres últimas están en vísperas de nombrar su representante a la junta general de Chilpancingo”.[2]

Y si éstas tres provincias, a pesar de no estar totalmente liberadas (porque aún se encontraban en poder del enemigo algunas ciudades, bien que éstas se encontraran prácticamente en estado de sitio) ya estaban eligiendo “en esos momentos” a sus diputados al congreso, justo era que la de Tecpan, con más razón, hiciera lo propio.

 

6) Elección del diputado por Tecpan

Así que el 21 de junio de1813 el Siervo de la Nación dictó el procedimiento electoral según el cual debían elegirse los electores de la provincia de Tecpan, como se había hecho antes en la de Oaxaca y acababa de hacerse en las tres provincias antes citadas; electores que, reunidos en Chilpancingo, como cabecera de esta provincia, debían elegir a su diputado. Conocer las bases del reglamento respectivo, pues, es conocer las bases de las elecciones que se llevaron a cabo también en las provincias insurgentes de Puebla, Veracruz y México.

Se insiste que mientras la Constitución de Cádiz establece la elección indirecta en segundo grado, el reglamento de Morelos inaugura la elección indirecta en primer grado. El sistema de elección indirecta en segundo grado se mantendría en México desde 1812 hasta 1855; el de Morelos, en cambio, o elección indirecta en primer grado, no empezaría a funcionar sino desde 1857 hasta 1911, en que sería sustituida -a iniciativa de Francisco I. Madero- por la elección directa, vigente hasta nuestros días.

En cada subdelegación (algo equivalente grandes municipios) el subdelegado, de acuerdo con el párroco, debía convocar a curas, comandantes de armas, repúblicas (de indios) y demás vecinos principales, para elegir al elector del lugar, y éste, con los demás electores de las otras subdelegaciones, congregarse en la ciudad de Chilpancingo el 8 de septiembre siguiente, para elegir al diputado que los representara en el congreso.

El elector podía ser o no nativo de la provincia –preferiblemente nativo- y votar a favor de un candidato a diputado que fuera uno de los propios electores o por alguien que no lo fuera –preferentemente un elector-, pero era condición que ambos, elector y electo, estuvieran presentes. O, como lo dice el propio Morelos al tratar de los requisitos:

"Debe ser americano, de probidad y reconocidas luces, recomendable por su acendrado patriotismo, y si posible es, nativo de la misma provincia, como que va a ser miembro del congreso y defensor -y padre- de todos y cada uno de los pueblos de su provincia, para quienes debe solicitar todo bien y defenderlos de todo mal. En esta votación deben entrar las personas eclesiásticas y seculares, teólogos y juristas -aunque no estén graduados- pero no deberá elegirse a los ausentes”.[3]

Reunidos los delegados o electores en la capital de la provincia, “llevando credencial firmada de los que lo eligieron”, escribirán los nombres de tres individuos en una cédula con las notas de primero, segundo y tercero, “con lo cual concluirán su comisión”.[4]

Así se hizo. Los vecinos de las subdelegaciones que conformaban la provincia de Tecpan se reunieron y eligieron al elector que debía trasladarse a la capital, es decir, a Chilpancingo. Formaban parte de la provincia las subdelegaciones (insístese que hoy serían dilatados municipios) de Coahuayutla, Petatlán, Coyuca, Acapulco, Chilpancingo, Tlalchapa, Huetamo, Ometepec, Xamiltepec, Xustlahuaca y Tlapa. [5]

Resultaron electores el cura Mariano Salgado, por Coahuayutla; el bachiller Manuel Díaz, por Petatlán y Guadalupe; Manuel Atilano, por Coyuca; Julián Piza, por la "congregación de los fieles" de Acapulco; Vicente García, por Chilpancingo; Pedro Villaseñor, por Tlalchapa; Pedro Bermeo, por Huetamo; Manuel Ibarra, por Ometepec; Francisco Moctezuma, por Xamiltepec; Juan Pedro Ruiz Izquierdo, por Xustlahuaca, y cura Mariano Garnelo, por Tlapa.[6]

 “Y reunidos en Chilpancingo todos los electores de la provincia de Tecpan –señala el acta- para votar el representante que, como miembro del supremo congreso nacional, componga el cuerpo deliberativo de la nación, y leído el reglamento para el mejor orden de las votaciones, se procedió a la votación entregando cédulas firmadas, y proponiendo en terna con designación del primero, segundo y tercer lugar cada elector. De cuyos sufragios resultaron votados el señor vicario general José Manuel de Herrera, con once votos; el doctor José Ma. Cos, con siete; el licenciado Juan Nepomuceno Rossains, con cinco; el licenciado Andrés Quintana Roo, con cuatro; el doctor Francisco Lorenzo de Velasco, con dos; el licenciado Carlos Ma. de Bustamante, con cuatro; el bachiller Rafael Díaz, con dos, y el cura Mariano Patiño con uno.”[7]

“Y siendo el de mayor número de votos el licenciado José Manuel de Herrera, vicario general, fue reconocido en el acto por diputado representante de la provincia de Tecpan”.[8]

 

7) Veracruz y Oaxaca

En junio 28 de 1813, Nicolás Bravo había dirigido una circular –ratificada un mes después- a los pueblos La Antigua, San Carlos, Nautla, Misantla, etcétera, de la provincia de Veracruz, para que eligieran a sus electores, delegados o “diputados”. Dichos electores debían reunirse el día 15 de agosto siguiente en Coscomatepec y elegir representante por la provincia a su cargo.

“El juez, de acuerdo con el párroco” convocará a los comandantes, repúblicas de los pueblos (indígenas) y principales vecinos de esos lugares, para elegir en cada parroquia al elector, delegado o “diputado”, a quien darán credenciales para pasar a Coscomatepec y se junte con todos los demás electores, “quienes entregarán… las credenciales de su comisión y procederán a la votación del vocal representante (al Congreso Nacional) por la dicha provincia de Veracruz”.[9]

En condiciones parecidas se llevarían a cabo a mediados de agosto las elecciones de Puebla y México.

Oaxaca elegió su representante el miércoles 4 de agosto de 1813. El Correo Americano del Sur hace una breve crónica del acontecimiento. Reunidos en la catedral los dos cabildos, el secular y el eclesiástico, y habiendo nombrado a sus electores los cuarteles de la ciudad de Antequera así como las subdelegaciones (hoy municipios) de la provincia, “reunidos en número de ochenta y cinco electores presididos por el teniente general de los ejércitos nacionales Mariano de Matamoros”, en la primera urna quedó nombrado con veintinueve votos el intendente de provincia José María Murguía y Galardi, y con veinticuatro, el inspector general de caballería licenciado Carlos María de Bustamante; en la segunda urna, con cuarenta y dos votos, el licenciado Manuel Sabino Crespo, cura de Riondo, y en la tercera urna, con treinta votos, el licenciado Manuel Nicolás de Bustamante, presidente de la suprema junta de protección y confianza pública de dicha provincia.[10]

“El acto fue de los más solemnes y augustos que ha visto jamás la oprimida América. Antes de comenzarse la elección se leyeron los principios liberales sobre que deberá estribar nuestra Constitución (los Elementos Constitucionales de López Rayón) que fue lo mismo que recordar a los electores las relevantes cualidades de sabiduría y probidad que deberán adornar al diputado. A continuación se procedió a la votación por cedulitas que se depositaron en tres urnas, y de este modo, el acto se hizo con la debida libertad y decoro.”[11]

Resultaron electos, pues, José María Murguía, propietario; Sabino Crespo, suplente, y Nicolás Bustamante, suplente del suplente. Y así, bajo el mismo procedimiento electoral, se nombrarían también, aunque con más complicaciones y dificultades, los representantes de Puebla y México.

El 25 de julio de 1813, en todo caso, el mariscal Benedicto López dirigiría una circular, por instrucciones de Morelos, recordándoles que ya se habían dirigido proclamas a las provincias de Michoacán, Veracruz, Puebla y México (Oaxaca y Tecpan estaban sujetas a métodos propios) con el fin de que los pueblos nombraran a sus diputados al congreso “que se trata de establecer, para calmar las turbulencias del reino”.[12] En agosto, todos se nombraron.

 

8) Jurisdicción político-electoral

Había sido necesario que se llenaran ciertos requisitos para reunir al congreso nacional. El primero de ellos -señalado en los Sentimientos de la Nación- ya estaba satisfecho. Se refería a la extensión territorial para convocarlo e instalarlo. No es ocioso insistir que estaban virtualmente bajo el control de las armas nacionales ocho provincias políticas: íntegramente dos, Oaxaca y Tecpan, así como casi totalmente seis, Puebla, Veracruz y México (liberadas por los ejércitos del Sur) y Michoacán, Guanajuato y Jalisco (liberadas por los otros tres vocales de la Junta). Tlaxcala también acababa de someterse al dominio de las tropas del Sur, aunque sin entrar en los planes electorales inmediatos del caudillo.

En resumen, ocho provincias -nueve con Tlaxcala- es decir, casi la mitad del país, estaba en poder de las fuerzas americanas, sin omitir que la otra mitad hervía de insurgentes. En todo caso, esas ocho –nueve- eran las provincias más pobladas, de las diecisiete que formaban el país.

La asamblea representativa, pues, debía estar compuesta, en principio, por ocho representantes, diputados o vocales (salvo la de Tlaxcala) e instalarse tanto para dirimir los antagonismos políticos y personales de los jefes insurgentes, cuanto para nombrar al supremo jefe del gobierno; declarar la independencia nacional, y dar forma jurídica al nuevo Estado independiente.

"Don José Ma. Morelos -dice Pereira- reunió en Chilpancingo un congreso de elección ficticia, como tenía que serlo en medio de una campaña que dejaba fuera de la influencia del caudillo casi todo el país".

Nada más inexacto. Al contrario. No es inútil reiterar que en ese momento Morelos ejercía su dominio en "casi todo el país". El territorio sobre el cual ejercía su jurisdicción el Estado nacional insurgente corría virtualmente por el Pacífico desde los límites de Guatemala, en el Sureste, hasta los de Sinaloa y Sonora, al Noroeste (e incluso hasta las Californias) así como por el Golfo de México, desde Tabasco hasta Tamaulipas y Texas; excepción hecha, según se asentó anteriormente, de las capitales de las provincias, cercadas todas por tropas insurgentes, y que constituían los próximos blancos de sus ataques.

Esta situación política y militar la reconocía el propio “jefe político” de México Félix María Calleja en sus informes a la Regencia, dando prácticamente por perdido el reino de la Nueva España. En uno de sus informes a la población, por ejemplo, resume que “apenas se podía contar con otra cosa que con las capitales de las provincias, y aún una de ellas, acaso la más pingüe (refiriéndose a Oaxaca) era ya presa de los bandidos”.[13]

Las elecciones, además, no tuvieron nada de ficticio, como lo demuestra, a título de ejemplo, la abundante documentación electoral que se levantó principalmente en las provincias de Oaxaca y Tecpan; pero también en las de Puebla, México y Veracruz, cuyos expedientes (a contrario de lo que ocurre en nuestros días) todavía obran en el Archivo General de la Nación.

El caudillo, en todo caso, a pesar de la importancia que daba a la guerra, se vio obligado a distraerse de sus actividades militares para consagrarse a las políticas y electorales. Gracias a sus esfuerzos, las elecciones se llevaron a cabo a pesar de las grandes distancias, la dificultad de las comunicaciones, la constante agresión de las tropas enemigas y aún de la peste que por entonces azotó a la población de todo el país. Por eso muchos años después, al revisar Carlos Ma. de Bustamante aquellos papeles amarillentos en los que constan los votos de los moradores de la Tierra Caliente y de la Costa del Sur -entre otros- para que alguien los represente en el Congreso de Anáhuac, no pudo menos que expresar, emocionado:

"Este expediente hará honor en todos los tiempos al buen celo de Morelos por la instalación del Congreso de Chilpancingo, y a los pueblos que, dóciles a su voz y poseídos del deseo de ser libres, se prestaron a ello".[14]

Durante este ejemplar proceso electoral, pues, quedó Tlaxcala “para resultas”. A final de cuentas, los procesos electorales de Veracruz, Puebla y México quedaron subordinados a las peripecias de los choques armados. Sin embargo, Morelos consideró que esta situación no debía ser obstáculo para instalar el congreso con la representación de esas tres provincias. Y decidió nombrar a tres diputados suplentes para llenar provisionalmente los vacíos de dicha representación. En caso de no llegar oportunamente las actas respectivas, se tendría por propietario a aquél cuya provincia confirmase tácita o expresamente la interina designación.

Dos de Oaxaca y Tecpan, más tres de México, Puebla y Veracruz, serían los cinco nuevos vocales o diputados, que sumados a los tres antiguos, electos en Zitácuaro, representarían a ocho provincias en el Congreso de Anáhuac.

Morelos se marginó.

 

6) Triunfo del proceso electoral

Inútil hubiera sido que López Rayón intentara desconocer los resultados de la elección.

Los antiguos súbditos, convertidos de golpe en ciudadanos, habían concurrido llenos de entusiasmo a las parroquias de las subdelegaciones donde se celebraran las asambleas para elegir, por voto público, a los electores primarios, y éstos, a su vez, se habían juntado en las capitales o en las ciudades más importantes de las provincias liberadas, para elegir, por voto secreto, a los diputados. Este movimiento político-electoral, gigantesco para la época, imprimiría su huella democrática en las actas respectivas y sentaría precedente en el desarrollo político de la nación.

El vocal-presidente López Rayón, aunque atribuyéndolo a mezquinas intenciones y bajas pasiones del Siervo de la Nación, no pudo menos que reconocer la legitimidad del proceso electoral así como el triunfo de los candidatos de Oaxaca y Tecpan, que apoyaban el proyecto republicano, así como las elecciones de México, Puebla y Veracruz, frustradas o pospuestas por los combates. En agosto de 1811, desde Puruándiro, Michoacán, dirigió una patética proclama "a los habitantes de la América Septentrional", en la que les anunció la agonía de la Junta Suprema, presidida por él: "Olvidad, ciudadanos -dijo- el melancólico cuadro que ofrece la historia de la Junta de Zitácuaro, casi disuelta ya a impulsos de tramas miserables y pasiones fomentadas por la torpeza y la intriga".[15]

Y si en agosto de 1813, la referida Suprema Junta ya estaba "casi disuelta", al mes siguiente, víspera del tercer aniversario del Grito de Dolores, dejaría completamente de existir.

En su lugar habría de instalarse, después de años de esfuerzos y sacrificios, el anhelado Congreso Constituyente Nacional Americano, llamado a asumir íntegramente las atribuciones de la soberanía nacional, declarar la independencia nacional, dar forma jurídica a la nación, declarar la división de poderes, retener preponderantemente las facultades legislativas, nombrar al titular del Ejecutivo y depositar el Judicial en los tribunales de su jurisdicción.

En todo caso, el cuerpo parlamentario constituyente nacional fue de origen mixto. Los tres primeros diputados, es decir, los antiguos representantes de la suprema junta, responderían al mandato de la asamblea de jefes y oficiales que se había reunido en Zitácuaro en agosto de 1811, y los cinco nuevos serían electos mediante el sistema de elección indirecta en primer grado por las provincias y regiones que caían bajo la jurisdicción de las armas americanas.

Pues bien, de acuerdo con la convocatoria al congreso -expedida por Morelos en Acapulco- el congreso debía proceder a declarar la independencia nacional; establecer la forma de gobierno republicana y aprobar la división de poderes.

El legislativo debía recaer en la asamblea; el ejecutivo, en una sola persona, y el judicial, en los tribunales existentes.

El poder ejecutivo debía centralizar el mando del ejército nacional y encargarse al mismo tiempo de la administración pública, y su titular, ser electo por el congreso con el grado de generalísimo a propuesta de la oficialidad del ejército, de coronel arriba.

La lucha interna había sido ganada por Morelos. Todo parecía indicar que el congreso procedería conforme al reglamento expedido. Sin embargo, López Rayón no estaba desalentado, porque además de él, habría tres diputados de tendencia monárquica, que eran Carlos Ma. de Bustamente, virtual diputado por México, a quien nombró su apoderado; José Ma. Cos, virtual diputado por Puebla, y José Ma. Liceaga, diputado por Guanajuato, a quien liberó después de haberlo mantenido prisionero.

Y además, la mayor parte de los diputados eran partidarios de la concentración de todos los poderes en la suprema junta o supremo congreso soberano, y, por ende, lo eran también de que los vocales ejercieran facultades legislativas, ejecutivas y judiciales en sus ámbitos de competencia, como hasta entonces.

En cambio, José Ma. Berdusco, por Michoacán; José Ma. Murguía, por Oaxaca; José Manuel Herrera, por Tecpan, y Andrés Quintana Roo, virtual diputado por Veracruz, eran diputados republicanos y partidarios igualmente la tesis de de la división de poderes. 

Las fuerzas no podían ser más iguales: cuatro monárquicos contra cuatro republicanos.

Morelos, quien era y parecía no ser al mismo tiempo miembro de la junta, prefirió quedar aparentemente como fiel de la balanza.

   

jherrerapen@hotmail.com

 


[1] Hernández y Dávalos, Op. Cit., Tomo V, Documento 65, Expediente sobre la reunión del Congreso en Chilpancingo, Oficio de José Ma. Morelos al presidente López Rayón, cuartel general de Acapulco, 1º de agosto de 1813, página 147.

[2] Ernesto Lemoine Villicaña, Zitácuaro, Chilpancingo, Apatzingán, Tres momentos de la insurgencia mexicana. Sobretiro del Archivo General de la Nación, segunda serie, tomo IV, No. 3, México, 1963, página 485.

[3] Hernández y Dávalos, Op. Cit., tomo V, Documento 65, Expediente sobre la reunión del Congreso en Chilpancingo el 8 de septiembre, página 133.

[4] Ibid.

[5] Ibid, página 160.

[6] Ibid.

[7] Ibid.

[8] Ibid.

[9] Genaro García, Morelos, Documentos Inéditos y poco conocidos, tomo II, Circular de Nicolas Bravo a los pueblos que se indican, en la que transcribe la circular de Morelos para la elección del representante por Veracruz, página 162.

[10] Genaro García, Documentos Historicos Mexicanos, tomo IV, Correo Americano del Sur, jueves 5 de agosto de 1813, Año tercero de nuestra gloriosa insurrección, Oaxaca, Núm. XXIV, página 185.

[11] Ibid.

[12] Lemoine, Op. Cit., Documento 97, Instrucciones de Morelos para la elección de diputados al Congreso, reproducidas por Benedicto López, de 25 de julio de 1813, página 339.

[13] Hernández y Dávalos, Op. Cit., Tomo V, Documento 159, Manifiesto del virrey Félix. Ma. Calleja, 22 junio 1814, página 543.

[14] Ibid, Documento 65, Expediente sobre la reunión del Congreso en Chilpancingo, página 133, nota al pie de página.

[15] Lemoine, Op. Cit, Documento 106, Proclama de Ignacio López Rayón, presidente de la Suprema Junta Provisional instalada en Zitácuaro, Ministro Universal de la Nación, Capitán General de sus ejércitos, etcétera, a los habitantes de la América Septentrional, Puruándiro, agosto 1813, página 353.

 

 

 

 


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