Política e historia

José Herrera Peña

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Un anarquista perseguido

JOSÉ HERRERA PEÑA

08 enero 2002. Ricardo Flores Magón era un abogado oaxaqueño liberal. Pero decir liberal es decir mucho y no decir nada al mismo tiempo. El presidente Porfirio Díaz, su paisano, y todo su gabinete, también eran liberales. Y es que hay toda clase de liberales. Por eso medio siglo antes, Melchor Ocampo ya había señalado que el único liberal es el liberal puro, completo, radical. Sólo éste es capaz de practicar y establecer un nuevo humanismo. Tal es la razón por la que, según él, "ser liberal en todo cuesta trabajo: porque se necesita el ánimo de ser hombre en todo".

Pues bien, Flores Magón era no sólo liberal sino también puro, radical, completo. Un liberal que, como Ponciano Arriaga, Isidoro Olvera o el propio Ocampo, no se limitaba a pronunciarse por la propiedad privada frente al latifundismo eclesiástico, sino también por la multiplicación de la propiedad privada frente al latifundismo laico. Un liberal que, como Ignacio Ramírez, José Ma. Mata o Francisco Zarco, no se limitaba a sostener la libertad contractual en materia laboral, sino también la protección estatal a los trabajadores frente a la violencia del capital. Y un liberal que, como los forjadores de la Constitución Federal de 1857, no se limitaba a pregonar que los órganos del poder dimanan del pueblo, sino que los órganos de poder se instituyen para beneficio de éste.

Sin embargo, pronto se encontró este hombre en una encrucijada. Por una parte, la lectura de Fauré, Bakunin, Malatesta, Grave, Kropotkin, Gorki y Proudhon, hizo que su pensamiento avanzara de las posiciones liberales hacia el anarquismo. Y por otra, se dio cuenta de que la sociedad mexicana había retrocedido, sin que se rigiera social o políticamente ni siquiera por las normas del “liberalismo moderado” establecidas por la Constitución de 1857. Luego entonces, era imposible seguir adelante si no se recuperaban por lo menos los niveles alcanzados en la época de Juárez. Esto lo llevó a criticar las fallas del régimen porfirista y a proponer que se respetaran las normas constitucionales. Fundó el periódico Regeneración a través del cual empezó a dar a conocer sus ideas. Fue un crimen.

En 1901 Ricardo cayó en la cárcel. Su hermano Enrique prosiguió la obra editorial, pero el periódico fue prohibido. Entonces, en 1902, Ricardo arrendó El hijo del Ahuizote. No duró mucho. Se clausuró el periódico y los dos hermanos fueron arrojados a la prisión de Santiago Tlatelolco. Al ponérseles en libertad en enero de 1903, convirtieron a una gran manifestación porfirista en una gran manifestación antiporfirista. Por lo tanto, en marzo fueron encerrados nuevamente en la cárcel de Belén. Desde allí enviaron sus artículos a la prensa. Fundaron Excelsior, que no alcanzó a vivir más que cuatro números. También publicaron El alacrán, que murió al tercer número. Luego hicieron nacer El padre del Ahuizote; muerto éste, El nieto del Ahuizote, y después El bisnieto del Ahuizote. Hasta que el Poder Judicial, por decreto de fecha 30 de julio de 1903, les prohibió escribir no sólo para sus propios periódicos sino aún colaborar en otros, so pena de severos castigos a los impresores que lo hicieran y decomisación de imprenta.

Nadie se atrevió a publicar nada de lo escrito por ellos, ni ellos pudieron publicar nada en ninguna parte. Luego entonces, nada tenían qué hacer en México. En enero de 1904 decidieron irse al “país de la libertad”, a la “república modelo”, a EEUU, lejos de la frontera con México, “con fama de que los perseguidos políticos eran respetados”. Pero aquí no correrían mejor suerte. Al contrario. Si en México Ricardo Flores Magón se salvaría varias veces de ser asesinado por los sicarios del dictador, en EEUU sería perseguido durante dieciocho años, detenido varias veces e inclusive moriría ciego en una cárcel norteamericana, en circunstancias nunca aclaradas.

Por lo pronto, en EEUU, otro hombre trató de asesinar a Ricardo con la complicidad de las autoridades norteamericanas. Entonces, los hermanos pasaron a la clandestinidad. Llegaron a San Luis Missouri, cerca de la frontera con Canadá, y fundaron el Partido Liberal Mexicano, cuya junta organizadora fue presidida por Ricardo. El “liberalismo radical” sería la vía revolucionaria para llegar al anarquismo. Identificaron al enemigo: capital, clero y gobierno, y propusieron “la muerte de estos tres monstruos o, más bien, la muerte de ese monstruo de tres cabezas”. En febrero de 1905 reiniciaron la publicación del periódico Regeneración; pero en octubre de ese año la imprenta fue cerrada, todas sus máquinas vendidas, y ellos, encarcelados durante varios meses. Al salir de prisión emigraron a Canadá; primero, a Toronto, y al percatarse de que eran vigilados, a Montreal.

En julio de 1906 difundieron el programa que llevó a sus extremos algunos de los principios sociales del liberalismo, sobre todo en materia laboral, agraria, educativa y clerical. Tales serían, por cierto, los alcances a los que llegaría el constitucionalismo de 1917 a través de los artículos 3º, 27, 123 y 130. Pero modificaron radicalmente sus métodos de lucha. Ya no utilizaron prédicas democráticas, pacíficas y dentro de la ley, como antes, sino el llamado a las armas para derrocar la dictadura. De esto trataría su periódico Revolución, que a pesar de ser enviado clandestinamente a un país esencialmente analfabeta, como lo era México a principios del siglo XIX, alcanzaría tirajes de cientos de miles de ejemplares

Pronto se les unieron miles de adeptos en todo México. Fueron ellos los que prepararon los levantamientos de 1906, 1908 y 1910. De este modo, en 1906, las huelgas de Cananea y Río Blanco fueron organizadas por sus partidarios. Ricardo Flores Magón viajó secretamente de Canadá a México para participar en el movimiento que había promovido, pero fue descubierto. No alcanzó a ser arrestado en El Paso, Texas, como todos sus compañeros, pero se le puso precio a su cabeza: veinticinco mil dólares. Consiguió mantenerse en libertad hasta agosto de 1907, en que fue capturado en Los Angeles, California, con la intención de ser enviado a México y entregado al gobierno porfirista. Y aunque la opinión pública de ese país no lo permitió, permaneció detenido durante veinte meses, hasta que fue enviado a Tombstone, Arizona, acusado de violar las leyes de neutralidad.

Condenado a dieciocho meses, pasó en total más de tres años en prisión. Desde su calabozo preparó la revolución fracasada de junio de 1908; pero al ser puesto en libertad en agosto de 1910, publicó nuevamente Regeneración y organizó un nuevo movimiento revolucionario. El levantamiento maderista de noviembre de ese año no hubiera pasado de una simple algarada, de no haber coincidido con su movimiento, que postularía por cierto el lema “tierra y libertad”. El presidente Francisco I. Madero, al reconocerlo así, ofreció un lugar al revolucionario anarquista en su gabinete; pero éste lo rechazó porque no había ninguna diferencia entre el gobierno porfirista y el maderista. “El gobierno es malo -dijo-, se encuentre Pedro o Juan en el poder. No. Los mexicanos no han tomado el fusil para elevar un hombre al poder sino para derribar a todos los que se encuentren en él”. Tal sería la tesis seguida por Pascual Orozco, en el norte, y Emiliano Zapata, en el sur, los cuales harían armas contra el gobierno de Madero.

En junio de 1911 volvería a ser encarcelado en EEUU por violar las leyes de neutralidad. Después de un año de pelear en los tribunales, sería condenado a veintitrés meses y enviado con sus compañeros a la penitenciaría de la isla de McNeil, sin recobrar su libertad sino hasta enero de 1914. Pronto, sin embargo, en febrero de 1916, volvería a ser detenido y, condenado a un año de prisión., saldría en febrero de 1917.

Finalmente, en marzo de 1918 sería arrestado otra vez en Kansas, acusado de sedición y condenado a veintiún años de cárcel. Se le conocería como el preso N°. 14596. Al empezar a padecer en su calabozo una extraña enfermedad que lo hizo perder la vista, se le sugirió que si se arrepentía de sus ideas anarquistas, se le transferiría a un hospital para ser atendido; pero rechazó categóricamente tal idea y dijo: “mi suerte está decretada: tengo que morir en presidio, marcado como un criminal”.

Así moriría este gran mexicano, padre espiritual de la Constitución Política de 1917, como un criminal, durante la madrugada del 21 de noviembre de 1922, en la prisión federal norteamericana de Leavenworth, Kansas.

jherrerapen@hotmail.com


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