Política
e historia |
|
|
Información sobre MEXICO
|
|
|||||||
¿Qué
nos dice el censo poblacional 2000?
Inteligente
cesión de soberanía
La reforma de las Fuerzas Armadas
|
No
hay dudas JOSÉ HERRERA PEÑA 22 octubre 2001. La “guerra” no declarada de EEUU contra el “terrorismo islámico” localizado en Afganistán parece tener dos objetivos fundamentales: a) la captura de Osama Bin Laden vivo o muerto, y b) el derrocamiento del régimen Talibán. El
primer objetivo, o sea la captura de Osama Bin Laden, por el cual el
gobierno de EEUU ofrece una recompensa de cinco millones de dólares,
vivo o muerto, parece una empresa heroica; pero, además de difícil, no
deja de ser extravagante y grotesca. ¿Cómo es posible que un Estado le
haga la guerra a un individuo? ¿EEUU contra Bin Laden? Y lo que es
peor, ¿cómo es posible que la superpotencia le haga la guerra a un
monstruo engendrado por ella misma? Lo
que Osama hizo con las Torres Gemelas y el Pentágono (si fue él quien
lo hizo) no tiene justificación alguna. Es el peor acto criminal jamás
cometido en la historia de la humanidad. Pero en caso de haberlo hecho,
fue un crimen, no un acto de guerra. Un individuo no puede hacerle la
guerra a nadie. Fue un multihomicidio asombroso y espectacular, y
produjo en un minuto daños incalculables, como nunca nadie lo imaginó.
El músico y
compositor alemán Karlheinz Stockhausen calificaría el hecho como
“la más grande obra de arte que ha dado el mundo”.
Y aunque agregó que ésta había sido producida por el odio, no se ganó
más que la animadversión y el desprecio de su auditorio, y le anularon
todos los contratos. Pues sí, fue un hecho delictivo impresionante. De
eso no cabe la menor duda. Pero no es un casus
belli sino un caso penal. Es asunto policíaco, no militar. Amerita
que se enjuicie al criminal, en caso de que haya pruebas contra él, no
la movilización de ejércitos de tierra, mar y aire en su busca. El
bombardeo contra el pueblo afgano no está justificado. Por muy quirúrgico
que sea, ya ha producido en dos semanas un millar de víctimas entre la
población civil. Cierto que la vida de cada uno de los seis mil
inocentes asesinados en Nueva York, Washington y Pennsilvania era
sumamente valiosa. Pero la de los desventurados hombres, mujeres y niños
asesinados en Afganistán, a pesar de su pobreza e ignorancia, no es
despreciable. No sólo son “daños colaterales” y menos simples
“bajas ridículas”, como lo consideran las fuentes norteamericanas.
También son vidas humanas inocentes sacrificadas. Sea
lo que fuere, esta supuesta guerra no es guerra. Ni internacional, ni
mucho menos mundial. Es, en el mejor de los casos, una simple expedición
punitiva. No es la primera vez que el gobierno de EEUU emprende una
aventura de esta naturaleza. Aquí, por lo menos, en América, lo ha
hecho dos veces. En
octubre de 1915, nuestros vecinos reconocieron el régimen de Venustiano
Carranza. Esto irritó al general Francisco Villa, quien asaltó con quinientos hombres al poblado de Columbus. Tal fue el primer
ataque “terrorista” que EEUU experimentaría en su territorio. En
respuesta, EEUU envió al Gral. John Pershing a buscar al autor del
atentado, vivo o muerto. Pershing estaba al mando de una poderosa
columna integrada por diez mil hombres y traía consigo el apoyo de la
artillería pesada. “En
jaula de hierro nos vamos a llevar a este asesino”, dijo. Sin embargo, a pesar de
que sus tropas expedicionarias recorrieron durante casi un año todos
los lugares en los que supusieron estaba su enemigo, nunca pudieron
capturarlo.
Durante
su búsqueda, Pershing encontró varias tumbas con la siguiente lápida:
Aquí yace Pancho Villa, pero
sin nadie adentro. Rascó, escarbó y no encontró más que
serpientes, tarántulas, lagartijas y piedras. A pesar de que sus
soldados golpeaban a campesinos mexicanos, los amenazaban o les ofrecían
todo el oro del mundo en recompensa, estos siempre le dieron pistas
falsas. Al
cabo de once meses, Pershing regresó a EEUU con su caravana de
soldados, hartos de respirar polvo y recibir pedradas y mentiras en cada
pueblito del cascajoso desierto. En esa procesión de humillados se
encontraban dos jóvenes tenientes recién salidos de West Point, que
después serían célebres, como el propio Pershing: éste, en la
Primera Guerra Mundial, y los otros dos, Dwight J. Eisenhower y George
Patton, en la Segunda Guerra Mundial. Einsehower sería presidente de
EEUU. Patton escupiría el suelo de “este país ignorante y
salvaje”. Por su parte, al contemplar la retirada desde lo alto de
una loma, Pancho Villa exclamaría: ”Vinieron como águilas y se
van como gallinas mojadas”. Pocos
años después, en 1927, los marinos norteamericanos ocuparían
Nicaragua. Después de quitar y poner gobiernos, se propondrían
capturar al general Augusto César Sandino, quien había tenido el
atrevimiento de oponerse a los designios imperiales. Cinco años después,
en 1932, los bravos marinos norteamericanos se verían obligados a
retirarse, dejando a las guerrillas de Sandino en posesión del país.
Nunca lo capturarían.
Ahora,
además de bombardear las martirizadas y miserables ciudades afganas y
dejarlas en ruinas, las tropas norteamericanas y británicas están
haciendo tentativas de invadirlas con el propósito de capturar a Osama
Bin Laden. Lograrán invadirlas. De eso no hay ninguna duda. Tienen
prisa. Tiempo es dinero. Lo que es de dudarse es que logren capturar a
su hombre. También
se proponen aprovechar la invasión para derrocar al régimen Talibán y
poner el suyo. Sin embargo, los acompañará el fantasma de la
desmoronada Unión Soviética. Durante diez años, con el apoyo de los
afganos que hoy forman la Alianza del Norte, las tropas soviéticas
invadieron Afganistán. Estuvieron allí de 1979 a 1989. Derrocaron al
gobierno existente e impusieron otro, a costa de diez mil muertos y
cincuenta mil heridos rusos, sin contar los afganos. El fanático
ultraderechista Osama Bin Laden formó su organización multinacional
Al-Qaeda con apoyo financiero, político y militar de EEUU, luchó
contra los soviéticos y los expulsó.
Cierto,
ahora norteamericanos y rusos están aliados contra los Talibán, que
protegen a Bin Laden. De cualquier forma, estos saben que no están
completamente solos. Saben que tienen el apoyo de los pueblos
musulmanes; que éste es más temible que el de cualquier potencia, y
que tal apoyo se manifestará espontánea y violentamente contra sus
enemigos comunes, tarde o temprano. Por eso, no sólo permitirán la
invasión sino incluso la provocarán por todos los medios posibles.
Pero la resistirán. No tienen prisa. Para ellos, el tiempo se congeló.
Y no esperan nada de esta vida sino todo en la otra. Así que esto va
para largo. Las tropas norteamericanas entrarán al país, no cabe duda.
Pero quién sabe cuándo y cómo saldrán. |