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cesión de soberanía
La reforma de las Fuerzas Armadas
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Defensa del Estado JOSÉ HERRERA PEÑA La guerra es demasiado importante para dejarla en manos de los generales. Georges Clemenceau, primer ministro de Francia. 31
julio 2001. El fenómeno de
la globalización no es casual ni surgió espontáneamente. Emana de
centros compactos de planeación geopolítica y geoeconómica
identificables; se encuadra dentro de un conjunto de objetivos políticos
verificables, y es un instrumento que obliga legalmente a los Estados
nacionales a llevar adelante políticas antisociales e ilegítimas. Uno de esos centros compactos, y de los más influyentes, es el club privado llamado Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations, CFR) en EEUU. Su poder, prestigio y proyección llegan a tal punto que, según los especialistas, conforma el auténtico "cerebro del mundo". No existe pueblo, región o segmento económico, social, o político que se sustraiga a su influencia. Permanecer "detrás del telón" le ha otorgado, al parecer, su inusitada fuerza. La discreta organización está integrada por más de tres mil miembros del más alto calibre, prestigio e influencia en sus respectivas disciplinas y ámbitos de poder: altos directivos de instituciones financieras, colosos industriales y medios de comunicación social; investigadores y académicos; militares de máxima jerarquía, y políticos, funcionarios públicos y decanos de universidades, facultades y centros de estudios. Sus objetivos fundamentales consisten en identificar y evaluar amplios conjuntos de factores políticos, económicos, financieros, sociales, culturales y militares de Estados Unidos, de sus aliados y del resto del mundo. Ha llegado a ser, por consiguiente, un poderoso centro de análisis y planeación geopolítica y estratégica, cuyo ámbito abarca el planeta entero. Sus investigaciones y evaluaciones identifican desafíos y oportunidades del entorno mundial, evalúan las fuerzas y debilidades de sus acciones globales, y realizan planes estratégicos, tácticos y operativos. Pero este club privado jamás opera por sí mismo sino a través de sus miembros, desde las esferas formales de poder al que pertenecen. Buena parte de ellos son presidentes, gerentes y accionistas de las 500 empresas que señala la revista Fortune, que en su conjunto manejan casi el 80% de la economía estadounidense, emplean a más de 25 millones de personas, y tienen un valor de mercado que equivale a dos veces y media el PIB de los EEUU. Pero también lo son los máximos directivos de los grandes bancos, como el Chase Manhattan de la familia Rockefeller -que acaba de fusionarse con el banco JP Morgan-, el Bank of America y el CitiGroup (cuya capitalización excede los 250.000 millones de dólares); los directivos y formadores de opinión de los ocho monopolios multimedia mundiales; los rectores y decanos de las grandes universidades e institutos como Harvard, Columbia, Princeton, Yale, Stanford, Chicago, Massachussets Institute of Technology (MIT), y –factor clave en esta verdadera mesa redonda de poder planetario- los 150 puestos clave del gobierno estadounidense, incluyendo los cargos más relevantes en sus fuerzas armadas. Algunos de sus encumbrados y poderosos personajes son David Rockefeller, Henry Kissinger, William Clinton, James Carter, el presidente George Bush, Stanley Fischer (director gerente del Fondo Monetario Internacional), James D. Wolfensohn (presidente del Banco Mundial), Paul Volcker (presidente del CS First Boston Bank y ex gobernador de la Reserva Federal), John Reed (director y ex-presidente de CitiGroup), etcétera. El selecto club está complementado por otras organizaciones estadounidenses e internacionales especializadas en el estudio de asuntos geopolíticos internacionales y en la promoción del actual modelo global, entre las cuales están Hudson Institute; RAND Corporation (banco de cerebros de la Fuerza Aérea estadounidense y creadora de Internet), Brookings Institution, Trilateral Commission (que agrupa intereses de Estados Unidos-Canadá, Europa Occidental y Japón), World Economic Forum, Aspen Institute, Deutsche Gesellschaft für Auswärtigen Politik, Bilderberg Group, Carnegie Endowment for International Peace, etcétera. Todos estos "think tanks" o bancos de cerebros han aglutinado a los mejores hombres en sus respectivos campos, a condición de que concuerden con las premisas básicas de sus objetivos políticos: creación de un gobierno mundial privado; erosión sistemática de las estructuras de todos los estados-nación soberanos (aunque no de la misma manera ni al mismo tiempo); estandarización sociocultural; imposición de un sistema financiero globalizado especulativo-usurario; alineamiento de la opinión pública mundial a través de una poderosa acción psicológica a nivel planetario, y administración de un sistema de guerra global que mantenga la cohesión de las masas a través del permanente azuzamiento contra algún enemigo, sea éste real o imaginario. Entre los enemigos de las últimas décadas podemos señalar el comunismo, la contaminacion ambiental, el terrorismo, Saddam Hussein, Slobodan Milosevich, el fundamentalismo musulmán, el antisemitismo, y la narcoguerrilla (a pesar del abrazo del presidente de la Bolsa de Nueva York Richard Grasso con el jefe de finanzas de las FARC colombianas, Ricardo Reyes) El objetivo básico de su acción ha sido identificado desde hace décadas: desmantelar lo nacional en todo el mundo así como los Estado-nación soberanos, cada uno según sus características, historia, fuerza relativa y permeabilidad al modelo globalizador. En las elocuentes palabras de Richard Gardner, profesor de Ley y Organización Internacional, de la Universidad Columbia, Nueva York, y uno de los pensadores del CFR: "la casa del orden mundial tendrá que ser construida de abajo a arriba.....impulsando una carrera final alrededor de la soberanía nacional, erosionándola pedazo a pedazo, con lo que se logrará mucho más que con el anticuado método del asalto frontal". La gran privatización que se proyecta sobre el mundo, por consiguiente, no se limita a tal o cual empresa de servicios públicos o a un determinado segmento del mercado, sino se extiende al poder. No deja de ser paradójico que mientras el poderoso club privado promueve que se fortalezca el Estado norteamericano, que éste intervenga en los asuntos económicos y sociales internos y externos, que selle sus fronteras y que se arme hasta los dientes, nuestros dirigentes políticos sostengan que la soberanía nacional es obsoleta, que el Estado ya no debe intervenir en la economía y que es sano seguir desmantelándolo y ser entregado a las corporaciones financieras internacionales. El rescate de la economía nacional, según se ve, no parece tener más vía que la que pasa por el de la política nacional, por la reafirmación de sus principios históricos y por el fortalecimiento del Estado. Las finanzas son demasiado importantes para dejarlas en manos de los financieros. |