TODA
la historia de México, desde la Conquista hasta la Revolución,
puede verse como una búsqueda de nosotros mismos, escribió
Octavio Paz en El laberinto de la soledad. En los años
30 y 40 de este siglo, cuando los filósofos querían entender
quién era y cómo era "el mexicano", se pusieron a
estudiar sus actitudes ante la vida y llegaron a las más
variadas conclusiones. Por ejemplo, Samuel Ramos habló del
complejo de inferioridad; el propio Paz, del disimulo de las
pasiones; Uranga, de que todo es improvisado y contingente y
nada es sustancial ni permanente; Usigli, de la hipocresía;
Revueltas, de la desesperanza; Zea, de la cultura derivada. Se
dijo también de la susceptibilidad, resentimiento,
inconstancia, imprevisión, fatalismo, culto a la fiesta y a la
muerte. La verdad es que uno podrá o no estar de acuerdo con
estas maneras de interpretar lo que somos, pero lo que es un
hecho, es que el esfuerzo de tratar de explicarnos es muy
importante, no importa si es desde la perspectiva sicológica,
social, cultural, religiosa o histórica.
Quienes
ahora nos interesamos por estas cuestiones hemos encontrado además
otras características, por ejemplo el disgusto frente al
trabajo, la solidaridad en momentos de dificultad, etcétera.
Todo esto viene a cuento porque una de dichas características
está hoy día alcanzando tal dimensión que parece ya más bien
una enfermedad. Me refiero a la separación entre la realidad y
el discurso. Aquí he hablado reiteradas veces de la costumbre
de decir una cosa y hacer otra, de ocultar información o de
plano decir mentiras, pero lo que está sucediendo hoy ya es una
de dos: o una burla cínica contra los ciudadanos o una
verdadera esquizofrenia. Porque como nunca se produce el fenómeno
de que se puede decir algo o no decirlo en el mismo momento en
que está ocurriendo exactamente lo contrario.
Ejemplos
sobran y tomaré sólo algunos de esta semana: la señora Martha
Sahagún, cuando declara a los reporteros que está en contra de
la caridad y a favor de la justicia social ¡en el mismo momento
en que está repartiendo despensas en una casa hogar privada, lo
que en castellano no tiene otro nombre que caridad! O el
escritor Carlos Fuentes cuando lanza diatribas para decir que
los intelectuales tienen que mantenerse lejos del poder ¡él,
que todos los días está aceptando sus llamados y recibiendo
sus prebendas! O el "subcomandante Marcos" cuando pide
la paz ¡él que empezó su movimiento con un asalto armado! O
el presidente Fox, cuando va por el mundo a "ofrecer"
ayuda para la lucha contra la guerrilla ¡siendo que aquí
tenemos EPR y EZLN y explotan artefactos en los bancos! O cuando
minimiza los reclamos de los italianos (por igual empresarios
que activistas) respecto de la inseguridad en que se vive en el
país ¡siendo que todos los días hay secuestros, asaltos,
robos y asesinatos y el gobierno no ha podido hacer
absolutamente nada contra eso! O los secretarios de Estado
cuando con una prepotencia que linda en el ridículo aseguran
que nuestras fronteras están bien protegidas para que no pasen
terroristas ni bacterias y que contamos con suficientes
medicamentos para combatirlas ¡siendo que en los servicios de
salud pública escasean las medicinas y que no hay ninguna
medida de seguridad en las oficinas de correos y que por las
fronteras se cuela el que quiere y cuando ya agarran a algún
"sospechoso", resulta que es un asiático invitado a México
a dar carísimas conferencias o un grupo de veracruzanos que
llegaban tranquilamente a la Tapo! Y todo ese decir que nada
tiene que ver con lo que efectivamente pasa, tiene su
contraparte en el no decir lo que no les conviene: por ejemplo,
cuando se deporta a un etarra los mexicanos nos enteramos por
Madrid, o cuando a un grupo musical que viene al Cervantino le
roban parte de sus instrumentos en plena actuación nos
enteramos por quienes allí estaban entre el público o cuando
organizan conciertos "de beneficencia" o "giras
presidenciales" y nadie en este gobierno de prometida
transparencia nos dice cuánto se gastó.
La
mismísima Universidad Nacional ha caído en eso. Por ejemplo,
ahora celebra 450 años, lo que significaría que se fundó en
1552, pero según el filósofo Samuel Ramos, en su Historia
de la filosofía en México , fue en 1553, (p. 52) Pero eso
no es lo importante, sino que en 1833 Valentín Gómez Farías,
"el iniciador de la instrucción pública en México",
la cerró por considerarla "anticuada e inútil" (p.
131), además de que ya no éramos ni teníamos que ver con nada
que fuera "real y pontificio" y en cambio lo que se
quería eran métodos modernos y científicos de estudio. De
modo que durante casi un siglo no tuvimos universidad hasta que
a Justo Sierra se le ocurrió abrir una a principios del XX. ¿Entonces
cuáles son esos magníficos 450 años que con tanta pompa y
ruido se festejan?
Por
supuesto, toda mi indignación con el mentirosismo oficial tiene
que ver en este momento con el caso de Digna Ochoa. Todo mundo
sabíamos de las amenazas contra ella, como todos sabemos que en
nuestro país el respeto a los derechos humanos es un mito. a
pesar de leyes e instituciones y discursos que pretenden lo
contrario. Como nunca, se ve que no es poca cosa esa costumbre
de que lo que se dice (o no se dice) nada tenga que ver con la
realidad. Más bien al contrario, que puede ser muy peligrosa.
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Escritora, profesora-investigadora de la UNAM |