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José Herrera Peña

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México 2001


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La guerra y la paz

JOSÉ HERRERA PEÑA

Si vis pacem, para bellum

Si quieres la paz, prepárate para la guerra

Adagio romano

14 agosto 2001. “No recomendamos que este texto sea publicado. No se ajustaría al interés público”. Tal es la advertencia del Informe Iron Mountain sobre la posibilidad y conveniencia de la paz, originalmente publicado en 1966 supuestamente por el Hudson Institute y reeditado en 1996 por Leonard Lewin (The Free Press, Nueva York)

Al principio, el grupo comisionado para elaborarlo trató de responder escuetamente a la pregunta:

¿qué podrá esperarse en la paz?

Pero a medida que sus investigaciones avanzaron, se enfrentó a preguntas más profundas:

¿cuáles son las verdaderas funciones de la guerra en las sociedades modernas, más allá de las relacionadas ostensiblemente con la defensa del "interés nacional"?

En ausencia de guerra,

¿qué otras instituciones existen o podrían diseñarse para cumplir con estas funciones?

Asumiendo que la solución "pacífica" de las disputas esté dentro de las posibilidades de las actuales relaciones internacionales,

¿es realmente posible la abolición de la guerra?

En caso afirmativo,

¿resulta necesariamente deseable esta abolición en términos de estabilidad social?

En caso negativo,

¿qué podrá hacerse para mejorar la operación de nuestro sistema social respecto de su preparación para la guerra?

La palabra guerra se emplea aquí no sólo para describir la confrontación armada convencional ("guerra caliente") sino también su preparación o disponibilidad a través de un "sistema de guerra".

La palabra paz, por su parte, especifica no únicamente la "paz armada" o la tregua más o menos extensa de algún conflicto armado. Tampoco es simple sinónimo de solución política de diferencias internacionales. Es la abolición total de cualquier forma de violencia social organizada, es decir, el desmantelamiento total y generalizado de los “aparatos de guerra”.

El criterio que sirvió de base al estudio partió de tres principios:

1) adoptar una objetividad de corte militar,

2) evitar presunciones de valor preconcebidas,

3) incluir todas las áreas relevantes de teoría e información.

Primero, el análisis arrancó bajo un modelo de "contingencia militar" porque la paz es fruto de la guerra y no al contrario. Gran parte de programas pierden calidad por el deseo de probar que la paz no sólo es posible sino también barata y fácil. O por suponer que el desmantelamiento de sistemas militares acarrearía relativamente poca disrupción económica. Los estudios de guerra, por el contrario, son necesariamente objetivos, a pesar de que se les critique como inhumanos. Herman Kahn, escritor de estudios estratégicos, dice que a menudo se objeta la gélida racionalidad del Hudson Institute, de la Rand Corporation y de otras organizaciones semejantes. Pero si siendo fríos se corren gravísimos riesgos de incurrir en error, ¿qué pasaría si se hicieran concesiones? En estudios de guerra no hay cabida para ninguna acrofobia.

Segundo, se abordó la problemática de la paz sin valores preconcebidos, es decir, sin considerar si la paz es "buena" o "mala" por sí misma. No fue fácil, pero sí obligatorio. Estudios previos toman en cuenta valores axiomáticos, como por ejemplo, la conveniencia de la paz, la importancia de la vida humana, la superioridad de las instituciones democráticas, el mayor "bien" para el mayor numero de personas, la "dignidad" del individuo, el beneficio de la máxima salud y de la longevidad, etcétera. Este estudio no. Se limitó a utilizar los standards de las ciencias físicas, cuya principal característica no es la cuantificación -como se cree- sino la omisión de todo juicio valorativo, estético o moral. Sin embargo, cualquier investigación, por más "pura" que sea, está sujeta, quiérase o no, a algún marco axiológico básico. En este caso se partió de dos premisas: supervivencia y estabilidad de la sociedad humana. La estabilidad es el valor fundamental, porque es corolario de la supervivencia, pero también prerrequisito de ésta. Así como las amenazas nucleares resultaron ser elementos esenciales para la estabilidad durante “la guerra fría”, del mismo modo se requerirá de algo eficaz para la estabilidad durante la paz. Luego entonces, la estabilidad no es la paz. La estabilidad es el objetivo supremo tanto de la guerra como de la paz.

Tercero, la diversidad de herramientas teóricas para analizar el tema, llevó al grupo a contemplar horizontes más lejanos que los previstos. Es obvio que los patrones económicos en un mundo sin sistemas de guerra serían drásticamente diferentes a aquellos por los que nos regimos en la actualidad. También tendrían que ser diferentes las relaciones políticas entre las naciones. Pero las consecuencias sociales de la paz se extienden a ámbitos insospechados: organización política interna de las sociedades, relaciones sociológicas de sus miembros, motivaciones psicológicas, procesos ecológicos y valores culturales.

Luego entonces, el asunto es mucho más complejo que lo que podría suponerse. Y es que se ha partido de la presunción incorrecta de que la guerra, como institución, está subordinada a los sistemas sociales a los que supuestamente sirve. Error totalmente comprensible, pero fuente de todos los demás. Es un lugar común decir que la guerra es una extensión de la diplomacia o de la política o de la búsqueda de objetivos económicos. Si esto fuera cierto, no sería difícil construir un mundo de paz, y dentro de él, un conjunto de sociedades pacíficas. No existe ningún conflicto de intereses, real o imaginario, sea entre naciones o sea entre fuerzas sociales dentro de las naciones, que no pueda ser resuelto sin necesidad de recurrir a la guerra..., si se asigna a ese conflicto un valor social prioritario.

Pero, según el grupo de estudio, no es cierto que la guerra sea instrumento de la política nacional o social. Lo cierto es exactamente lo contrario. La política es una prolongación de la guerra, sea interna o externa. La sociedad, cualquier sociedad, está organizada por y para la guerra. Sobre esta organización de guerra levanta su estructura política y económica. La guerra es el sistema social básico. Dentro de él conspiran o entran en conflicto otras formas de organización social, las cuales podrán florecer poco o mucho, pero sin escapar a su influencia. Bajo este modelo se han desarrollado todas las sociedades humanas: las que registra la historia y las de la actualidad.

La paz, en tales condiciones, sea social o internacional, no es fácil de sostener: siempre está preñada con gérmenes de guerra.

jherrerapen@hotmail.com

   


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