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El sol del viento

En la segunda pintura del Códice Vaticano, el dios del viento baja de los cielos sosteniendo un báculo en su mano derecha y un plumero en la izquierda.

Un hombre y una mujer se refugian en una caverna rodeada cuatro veces por el símbolo ehécatl, el viento.

Y hay líneas de puntos que caen sobre la tierra en varias direcciones.

Esta descripción se encuentra simbolizada en otra de las cuatro aspas centrales del Calendario Azteca.


Jeroglífico del sol del viento en el Calendario Azteca
Diseño: Prof. Humberto Herrera Martínez

Si el primer sol fue apagado por el agua, el segundo lo será por el viento.

Aún estando de acuerdo con la versión prehispánica, se resiste uno a creer que sólo los huracanes hayan causado la destrucción de la humanidad.

"Cortaban como cuchillos de piedra", señala la tradición. Y esto ocurre -bien lo saben los canadienses- cuando los vientos se convierten en ráfagas durante los intensos fríos del invierno.

En el Códice Vaticano, las líneas punteadas que caen por todas partes parecen formar el jeroglífico de la nieve.

Además, el color de la pareja escondida en la cueva no es rosado -como en la primera pintura- sino blanco, lo que significa que estaba helada por el frío.

Luego entonces, la destrucción de la humanidad fue causada no sólo por el viento sino también por el hielo.

A pesar de que un jeroglífico basta para expresar un concepto, como calli, que además de casa significa ciudad o civilización, el del viento se multiplica en forma inusitada. Cuatro veces.

Cuatro es es el número que significa la totalidad, el círculo que cierra su fin por el comienzo, el non plus ultra.

Los huracanes, pues, debieron desatarse con una violencia cataclísmica, acompañados de frío, hielo y nieve, a escala planetaria. Sólo así puede explicarse tal hecatombe.

La Tierra, en efecto, ha sufrido bruscos cambios. Diversos testimonios geológicos lo corroboran. Es bien sabido que Alaska y la Antártida, en los extremos del mundo, fueron alguna vez regiones tropicales, súbitamente convertidas en tierras de hielo. Los extraños mapas de Piri Reis diseñan los contornos de la Tierra en esta lejana época.

En Alaska, los buscadores de oro encontraron un mamut -hace unos cuantos años- en perfecto estado de conservación. Se han encontrado otros en Siberia. De sobra se sabe que este animal vegetariano vivía en zonas calurosas y llenas de vegetación.

Al mismo tiempo, registros geológicos perfectamente bien determinados indican que inmensas regiones del continente americano, hoy templadas y hasta calurosas, fueron alguna vez inmensos depósitos de hielo.

De ellos quedan algunos vestigios. Por ejemplo, los lagos canadienses -más de un millón- son residuos de antiguos glaciares, algunos de los cuales alcanzan dimensiones de mares interiores de agua dulce, como los situados en la frontera con Estados Unidos.

Lo que fue un mundo tropical se convirtió de golpe en un infierno congelado, y regiones otrora gélidas constituyen hoy lo opuesto. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué se produjo ese brusco cambio?

Algunos geólogos aseguran que la tierra sufrió una brusca sacudida por la pérdida del equilibrio de sus masas, a consecuencia de la cual cambió su eje de rotación.

¿Es posible que este cataclismo haya provocado la furia del dios del viento? ¿Es esto lo que podría explicar el violento y súbito congelamiento de los antiguos trópicos?

El Códice Vaticano, en todo caso, revela que todo lo hecho por la humanidad hasta entonces fue aniquilado. Ningún monumento levantado por el hombre fue adecuado para protegerlo y abrigarlo.

Los príncipes no pudieron resistir el frío en sus propios palacios, cubiertos por la nieve y el hielo. Los sobrevivientes encontraron en las grutas y cuevas los únicos refugios relativamente seguros para protegerse de la destruccion y el frío. Así se inició la edad de las cavernas.

Esto nos plantea algunas preguntas. Si los cavernícolas de la Edad de Piedra fueron tan primitivos y tan salvajes como se dice, y no los sobrevivientes de una civilización perdida, ¿cómo pudieron decorar sus muros con tan estupendas pinturas?

Si además está probado que no usaron antorchas, ¿cómo produjeron la luz necesaria para hacer sus obras de arte?


Bisonte pintado en las cuevas de Altamira
Foto: Breuil y Sautuola. Universidad de Cantabria

Por lo que toca a la cosmogonía prehispánica, por lo menos, la edad de las cavernas es no sólo el principio del que arrancó la humanidad para remontarse a niveles superiores de su desarrollo, sino también el fin al que llegó después de haber creado grandes civilizaciones que fueron iluminadas por el segundo sol.

Los canadienses están perfectamente capacitados para comprender la agonía de este sol. Durante varios meses, es su sol.

Para ilustrar este capítulo, además de la pintura del Códice Vaticano y del jeroglífico del Calendario Azteca, proyecté algunas imágenes del invierno canadiense, especialmente el que se desata con toda su fuerza durante los meses de enero y febrero de cada año.

Estas imágenes no dejaron de producir justificados escalofríos y estremecimientos en la sala.

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