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Sol del agua:
Sol del viento Las cavernas
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La edad de las cavernas Platón dice en su poema sobre la Atlántida que después de sumergirse esta civilización en las profundidades del mar, el mundo fue devorado por las aguas. Hoerbiger, por su parte, sostiene que el acercamiento de la luna terciaria provocó el gigantismo de todos los seres de la tierra y que su caída produjo la conflagración que causó la furia de los elementos, el hundimiento de algunos continentes y la gran inundación. El calendario de Tiahuanaco establece la medición del tiempo en una época en la que el globo terráqueo tenía un desplazamiento sobre su eje distinto al actual. Las ruinas de Tiahuanaco parecen haber sido hechas por cíclopes. El Códice Vaticano sostiene la creencia de una antiquísima inundación universal y la convivencia de hombres y gigantes. Otros documentos prehispánicos, como el Popol Vuh registran idéntica tradición en forma altamente poética. El libro pétreo que se conoce con el nombre de Calendario Azteca también da cuenta de la tradición milenaria de las destrucciones que ha sufrido la tierra, la primera de ellas, por el agua. Algunos soñadores de la historia señalan que sobrevivieron al diluvio sólo los habitantes de los puntos más altos del planeta: Tiahuanaco, México, Nueva Guinea, Abisinia, El Tibet; que éstos se comunicaban entre sí, y que intentaron crear una nueva civilización con los elementos que lograron rescatar del mundo perdido. Uno de los pocos testimonios de esta época parece ser el trazado de los mapas que sirvieron de base a las cartas de Piri Reis. Entonces, por alguna razón, la Tierra perdió súbitamente el equilibrio entre sus masas y ocurrió una nueva catástrofe, la segunda gran destrucción. Los trópicos se volvieron zonas polares y vicevera. Se ha establecido la hipótesis de que la Tierra sufrió una brusca sacudida por la pérdida del equilibrio entre sus masas a consecuencia de la cual cambió su eje de rotación. Al voltearse la esfera terrestre y alcanzar un nuevo equilibrio, los antiguos trópicos se helaron de inmediato, dejando aprisionadas plantas, animales y hombres. ¿Fue esta volcadura la que generó los furiosos huracanes que apagaron el sol del viento, que azotaron y helaron la faz de la Tierra? Si esto fue así, ¿será posible encontrar algún día bajo los hielos de Alaska y Siberia no sólo los cuerpos conservados de mamuts sino también de seres humanos? En años recientes, se ha sostenido que nuestro planeta no podría cambiar su eje de rotación más que a consecuencia del impacto de un meteorito de por lo menos medio kilómetro de extensión. En todo caso, lo hecho por la humanidad hasta entonces fue aniquilado, salvo las construcciones ciclópeas hechas por los gigantes. Los demás monumentos no fueron lo suficientemente sólidos para resistir el colapso. Entonces, los sobrevivientes se refugiaron en cavernas, únicos sitios relativamente tibios para resguardarse de las tormentas. ¿Cuánto tiempo? ¿Cuántas generaciones? El Códice Vaticano revela la existencia de una pareja dentro de una cueva para expresar en forma plástica la edad de las cavernas, no como principio del cual la humanidad arrancó para remontarse a niveles más altos de desarrollo sino como final al cual llegó después de haber creado civilizaciones otrora portentosas. En las cuevas de Altamira, España, y Lascaux, en el mediodía francés, se han hallado grandiosas pinturas rupestres. Es tal la sensación de frescura, plasticidad y belleza que transmiten al espectador que, según los críticos, hay que plantearse varias preguntas. Los hombres prehistóricos, ¿cómo iluminaron las cavernas? Si está probado que no usaron antorchas, ¿con qué luz crearon sus obras de arte? Además, ¿por qué y para qué revistieron las paredes con ellas?
Si los cavernícolas de la edad de piedra hubieran sido lo primitivos y salvajes que se dice, ¿habrían podido decorar los muros cavernarios con tan estupendas pinturas? O al revés, un ser que tiene la capacidad de diseñar tales obras, ¿habrá sido tan salvaje y primitivo?
¿Por qué se le niega al hombre de las cavernas la capacidad para levantar templos, palacios y viviendas? Si los animales construyen sus nidos y refugios desde hace miles, millones de años, ¿no es posible que el homo sapiens haya podido hacer lo mismo? ¿Por qué entonces en lugar de construir nidos -sus casas y sus ciudades- se instaló en cuevas? ¿Qué terrible fuerza lo obligó? ¿El frío y el viento? El Códice Vaticano recoge los remotos recuerdos de esta época. El Calendario Azteca, al reproducir jeroglíficamente este lejano recuerdo, captó un mensaje de angustia milenario.
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