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José Herrera Peña

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1. El PRI

 

2. El PAN

 

3. El PRD

 

4. Los demás.

 

 

 

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El mensaje de las urnas

 

 

El rey ha muerto

 

 

El caso SUP-RAP 015/2000

 

 

 

 

3. El PRD

De los tres grandes partidos, es el más obligado no sólo a renovarse sino prácticamente convertirse en otro.

Mientras el PRI y el PRD son partidos históricos, con principios firmes, metas definidas y credos políticos arraigados, a pesar de la necesaria modificación que han experimentado a lo largo de su historia, el PRD es el fruto híbrido de los errores históricos y políticos del PRI.

Una de sus raíces se hunde hasta el viejo Partido Comunista. La otra, en el propio Partido Revolucionario Institucional.

El Partido Comunista surgió en 1919 vinculado a las tesis ideológicas de Moscú y a sus tendencias autoritarias. Desde entonces, vivió desgarrado entre sus principios y el movimiento social del México posrevolucionario. Así que, por un lado, se enfrentó al gobierno, y por otro, colaboró con él. Sus ambivalencias y contradicciones se resolvieron frecuentemente a base de “purgas”. Tal es uno de sus principales legados históricos.

A medida que se dividieron las potencias del comunismo internacional, se pulverizaron las tendencias del movimiento comunista mexicano. Después del 68, unas se radicalizaron al extremo de incorporarse a las guerrillas que sacudieron a los setenta. Al final de la década, sin embargo, todas las facciones aprovecharon la apertura política que se inició en 1977 y se convirtieron en pequeños partidos políticos. En los ochenta, al entrar en decadencia el comunismo internacional, la mayoría de ellas se reunificaron.

Los disidentes del PRI, por su parte, trajeron consigo al final de los ochenta todas las virtudes y vicios de su partido. Tuvieron el acierto de formar una alianza no sólo con los socialistas unificados sino también con todos los partidos de centro-izquierda, desde el auténtico de la Revolución Mexicana y el Popular Socialista hasta los demás socialistas, revolucionarios y de trabajadores. En 1988 probaron que eran una opción política nueva, pero sin identidad definida.

Al iniciarse los noventa, muchos de los unificados y todos los ex-priistas formaron el PRD. La imprecisión de sus principios fue compensada por las tendencias de todos hacia el estatismo. Además, la propensión de la izquierda al autoritarismo se identificó y conjugó con la cortesanía propia de los priistas.

De ese modo, los diversos grupos coincidieron en la meta de regresar al pasado inmediato, restaurar el artículo 27 constitucional (aunque no el 130) y produjeron ese interesante (aunque no menos aberrante y anacrónico) fenómeno, que fue y es el voluntario sometimiento de todos al liderazgo moral de Cuauhtémoc Cárdenas, cuya actuación como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México fue muy controvertible, y a quien todos vieron durante una década como heredero histórico del poder presidencial.

¿Y ahora? La “revolución democrática” del pasado julio no fue dirigida por el partido de la “Revolución Democrática” sino por “los amigos de Fox”. Luego entonces, dicho partido ya perdió su razón de ser. A menos que quiera seguir haciendo otra “revolución democrática” o, al menos, la misma “revolución democrática”, pero de otro modo.

De los tres grandes partidos, éste es el más obligado a renovarse para ocupar el gran espacio político que la sociedad mexicana ha reservado a la izquierda, y que ha permanecido en su mayor parte vacío. En caso de que no lo haga, su fraccionamiento y dispersión será inevitable a breve término.

México DF 14 julio 2000

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