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José Herrera Peña

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Candidaturas independientes

JOSÉ HERRERA PEÑA.

El ponente sostuvo que una de las mejores formas para hacer comprensible el problema de las candidaturas independientes es analizarlo desde el punto de vista histórico, jurídico y político. En México efectivamente hay un desgaste de los partidos políticos. El gobierno refleja la crisis de los partidos. Reconocer que las candidaturas independientes no tienen existencia ilegal no implica que no se reconozcan los derechos políticos de los ciudadanos, particularmente el derecho a ser votado. Aunque actualmente la sociedad no se identifica políticamente con los partidos, difícilmente podría decirse que sí lo hace con los candidatos independientes. La figura de las candidaturas independientes prosperó en el pasado. Actualmente dichas candidaturas no están proscritas por la ley, pero sí marginadas por ella, aunque podrían resurgir en el inmediato porvenir.

Durante un siglo, de 1810 a 1910, en que la población de México fue de 6.5 a 15 millones de habitantes -la mayor parte de ellos dispersos en pequeñas aldeas-, las candidaturas individuales fueron las únicas reconocidas por la ley.

Los partidos políticos, aunque identificados con una plataforma ideológica, eran entidades inorgánicas, sin militancia, disciplina o jerarquía. No tenían personalidad jurídica. Además, siguiendo la tesis de Rousseau, eran vistos con recelo y desconfianza. Lejos de contribuir a la unidad nacional, se les consideraba como organismos perversos que dividían a la opinión y relajaban los vínculos sociales. Eran una amenaza para la integridad política del Estado.

Los partidos, por consiguiente, tenían existencia de hecho, no de derecho. Existieron dos principales, el Liberal y el Conservador, los cuales se subdividían frecuentemente en múltiples grupos. Dos guerras, la de Reforma (1857-1860) y la de Intervención Francesa (1862-1867), desencadenadas por el Partido Conservador, sellaron su destino en los campos de batalla. Al perder ambas, dicho partido desapareció de la historia. Quedó solamente el Partido Liberal. En lo sucesivo, la accesión al poder se resolvería más por arreglos cupulares entre los miembros de este partido que por contiendas electorales. La democracia entre dos partidos fue desplazada por la dictadura de uno solo.

Sin embargo, los protagonistas del drama político no fueron los partidos sino los candidatos individuales. La ley preveía que fueran electos a diversos cargos por diversas circunscripciones electorales. Si un individuo era electo senador y diputado al mismo tiempo, se tenía preferencia por la candidatura de senador y su suplente ocupaba la diputación. Si era electo diputado por varios distritos, se prefería el lugar de su vecindad al de su nacimiento. Si no era vecino de ningún distrito, se prefería el de su nacimiento. Y si no era vecino ni originario de los distritos que lo hubiesen electo, la suerte decidía a cuál de ellos debía representar. Su suplente cubría la representación del distrito vacante.

De 1911 a 1945 estallan dos guerras mundiales y, en el plano interno, la Revolución Mexicana. En estos 35 años, la población aumenta de 14 a 20 millones de habitantes. Se inicia tímidamente el éxodo del campo a la ciudad. En 1911, por primera vez en la historia, la ley reconoce la personalidad de los partidos políticos. Para formar un partido bastan cien ciudadanos, una junta directiva y un programa de gobierno. Tanto los candidatos individuales como los partidos políticos tienen derecho a registrar sus candidaturas y nombrar representantes ante los órganos electorales. Conforme pasa el tiempo, alrededor de cada candidato independiente -casi siempre un hombre fuerte o un caudillo-, se forma un partido político. Los partidos, pues, dependen de los candidatos, no éstos de aquéllos.

De 1917 a 1938 crece la oposición de los intereses afectados por el régimen revolucionario. De 1926 a 1929 dicha oposición asume forma armada, y después, civil. Para contrarrestar esta última, los pequeños partidos políticos revolucionarios forman en 1929 una alianza, una confederación, un partido fuerte, denominado Partido Nacional Revolucionario (PNR). Diez años después (1938), en lugar de organizaciones políticas, dicho partido es formado por organizaciones sociales: obreros, campesinos, clases medias y fuerzas armadas. Es el Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Se inicia la época de los partidos de masas. Como reacción a este fenómeno, se forma el Partido Acción Nacional (PAN) en 1939. Surgen candidatos independientes (de los cuales los más famosos son Ezequiel Padilla en 1946 y Miguel Henríquez Guzmán en 1952). Sin embargo, su brillo es opacado por la fuerza de los partidos.

A pesar de lo expuesto, la candidatura independiente sigue teniendo vigencia legal. De 1946 a1976 se desata a nivel mundial la llamada Guerra Fría. Durante estos treinta años, México pasa de 20 a 45 millones de habitantes, de los cuales la mayor parte empiezan a vivir en las ciudades. Se formalizan los partidos de masas. Ya no se les exige, como en la época anterior, 100 afiliados sino 30 mil, que llegan a ascender a 75 mil.

Es éste el momento en que la ley les concede únicamente a ellos el derecho de registrar candidatos de elección popular. Por consiguiente, a partir de entonces -y hasta la actualidad- desaparecen jurídicamente los candidatos individuales. Ya no son los partidos los que dependen de los candidatos, sino éstos de aquéllos. Sin embargo, como una reminiscencia de las épocas anteriores, queda en la boleta electoral -hasta la fecha- un espacio en blanco para que el elector vote por un candidato no registrado, si tal es su preferencia.

Desde entonces hasta hoy, los partidos, y no los candidatos independientes, son los protagonistas de las contiendas electorales. El eje de la transformación nacional ha descansado en las organizaciones políticas, no en los individuos.

El Partido de la Revolución Mexicana (PRM) se convierte en Partido Revolucionario Institucional (PRI). El sector militar que existía en aquél, desaparece en éste. Es el partido oficial, el partido del régimen revolucionario, el partido dominante.

Sin embargo, se siente la necesidad de oposición y ésta se expresa gradualmente en tres dimensiones: política, social y armada. Políticamente, del partido oficial se desprenden dos pequeños partidos: el Partido Popular, que pronto se convierte en Socialista (PPS), y el Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM); aquél, formado por líderes obreros, y éste, por militares. Subiste el PAN y además se crea el Partido Demócrata Mexicano (PDM). Para acceder a cargos de elección popular a favor del régimen o en contra de el, hay que pertenecer a partidos políticos.

Desde el punto de vista social, surgen movimientos que se inconforman con el estado de cosas: en los 50's, obreros, maestros y médicos, y en los 60's, universitarios, apoyados por capas cada vez más amplias de la población. La administración pública y los partidos políticos -el grande y los pequeños- los ven con desconfianza. Se descarga la represión contra aquéllos.

No habiendo encontrado la vía partidista y menos la candidatura individual, surge la oposición armada, la guerrilla rural y luego la guerrilla urbana.

De 1977 a 1996 declina y se desvanece en el mundo la influencia del campo socialista. En estos veinte años, el país aumenta la población de 45 a más de 90 millones de habitantes, de los cuales 80% se concentra en las grandes ciudades.

En este periodo se lleva a cabo un vasto y profundo proceso de reforma política y electoral. Se amplían los órganos de representación popular. En 1977, la Cámara de Diputados pasa de 300 a 400 miembros, a fin de incorporar a los grupos políticos minoritarios, de oposición, a la vida institucional. 300 diputados son electos por el principio de mayoría relativa y 100 por el de representación proporcional. A partir de 1986 dicha Cámara pasa de 400 a 500 miembros, de los cuales 300 son de mayoría relativa y 200 de representación proporcional.

En 1994, el Senado crece de 64 a 96 miembros, de los cuales los primeros son nombrados por mayoría relativa y 32 se asignan a la primera minoría. En 1996, los senadores pasan de 96 a 128, de los cuales los últimos 32 serán electos en 1997 por representación proporcional. En 1986 se había creado la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, compuesta por 40 ciudadanos electos por mayoría relativa y 26 por representación proporcional, que en 1996 se transforma en Asamblea de Diputados. En 1996 se dispone igualmente que el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, hasta entonces designado por el Presidente de la República, sea electo por la ciudadanía. Por otra parte, en 1986 había instituido un tribunal electoral para dirimir los asuntos contenciosos en la materia, tribunal al que en 1990, 1994 y 1996 se amplían gradualmente sus atribuciones. En 1990, se crearía el Instituto Federal Electoral como organismo público dotado de personalidad jurídica y patrimonio propios para organizar las elecciones, al que en 1994 y 1996 se le "ciudadaniza" cada vez más. En 1994 se crea la figura de los observadores electorales. Finalmente, desde 1990 se establece en el código penal un capítulo de delitos electorales y en la administración una fiscalía especial para atenderlos y substanciarlos.

En otro orden de ideas, a partir de 1977, en lugar del sistema basado en un partido hegemónico y pequeños partidos satélites, se establece un sistema de partidos políticos, en el cual éstos son considerados como entidades de interés público. Se les garantiza el acceso a los medios de comunicación social. Se les concede financiamiento público para que realicen sus actividades. Y se les fija constitucionalmente el fin de promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la Representación Nacional y, en cuanto organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los principios, programas e ideas postulados por ellos.

Con este reforzamiento del Estado a los partidos, surgen los partidos políticos de la nueva generación, algunos de los cuales se fortalecen con el tiempo y otros se extinguen o se funden en nuevos partidos. De ellos, subsisten el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el del Trabajo (PT), el Cardenista (PC) y el Verde Ecologista de México (PVEM). Aparecen también asociaciones políticas que, a partir de 1996, son llamadas agrupaciones políticas, las cuales pueden considerarse como partidos políticos en formación o en extinción. En 1996 se reduce para los partidos el número de afiliados de 65 mil a 30 mil, y a las agrupaciones políticas se les fija en 7 mil. Actualmente, hay ocho partidos políticos nacionales registrados y doce agrupaciones políticas. Pero la figura del candidato individual, suprimida desde 1946, no reaparece.

El registro de las candidaturas, por consiguiente, sigue siendo un derecho exclusivo de los partidos políticos. Las agrupaciones pueden participar en procesos electorales, pero mediante acuerdos de participación con un partido político. Esto significa que únicamente los partidos tienen el derecho de registrar las candidaturas de dichas agrupaciones en los términos de los acuerdos que establezcan con ellas. Asimismo, sólo los partidos tienen el derecho de registrar la candidaturas de individuos connotados que no pertenecen a ninguna organización política, según convenios con ellos. Pero las candidaturas solicitadas por agrupaciones políticas o por individuos sin partido no están reconocidas por la ley, a menos que sean hechas por un partido político.

En las elecciones presidenciales de 1988 y 1994, la oposición en su conjunto obtuvo en números redondos 50% de la votación nacional. En el curso de los últimos diez años, el PAN ha ganado las elecciones a gobernador en cuatro Estados de la República. Los partidos de oposición han alcanzado innumerables alcaldías en muchos más. Y en las dos Cámaras del Congreso de la Unión, al igual que en las Legislaturas locales, prevalece el régimen de partidos.

Pero, lo más importante de todo es que sociedad ha cambiado: antes pasiva, ahora es más activa y participativa. Los mismos partidos políticos han cambiado: sus métodos internos de selección de candidatos son más abiertos y democráticos. Puede decirse, por consiguiente, que el gran movimiento de reforma política iniciado en 1977, cuyo último capítulo se escribió en 1996, ha transformado el rostro político y electoral de México.

Sin embargo, todo parece indicar que la sociedad ha avanzado más velozmente que el marco jurídico y que el aparato institucional del país, como lo acredita el surgimiento de la guerrilla chiapaneca en 1994 y de otros pequeños grupos armados en Guerrero y Oaxaca, en 1996, así como el de las candidaturas independientes en el proceso electoral de 1997. Por otra parte, los aparentes síntomas de apatía ciudadana. Con base en ello, probablemente a partir de 1998 y con vistas al 2000, continúe desenvolviéndose la reforma política de México para seguir adecuando sus leyes e instituciones a las nuevas necesidades, reclamos y sentimientos de la sociedad.

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4. Víctor Alarcón Olguín

 


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