Política e historia

José Herrera Peña

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Socialismos añejos y necesidades actuales

JOSÉ HERRERA PEÑA

22 enero 2002. Desde el surgimiento del socialismo, éste adoptó dos formas fundamentales y antagónicas: el socialismo de partido, de gobierno y de Estado, y el socialismo sin partido, sin gobierno y sin Estado. El primero fue desarrollado por Marx y Engels, y en una segunda época, por Lenin; el segundo, por Proudhon y Bakunin, y en una segunda época, por Kropotkin. El primero es conocido comúnmente como “socialismo autoritario”, por el énfasis que puso en la toma del poder y el ejercicio de la autoridad absoluta; el segundo, como “socialismo libertario” o “anarquismo”, por el acento que dio a la libertad y a la abolición de toda forma de autoridad.

Mientras que los creadores del “socialismo autoritario” advirtieron que el “socialismo libertario” no podría realizarse sin la fase previa de la toma del poder y la dictadura del proletariado, los del anarquismo puntualizaron que, al contrario, si se imponía dicha dictadura, jamás podría alcanzarse el socialismo, y pregonaron la destrucción del poder (de todas las formas del poder). Bakunin preguntaba: "¿queréis que nadie oprima a su semejante?” Y respondía: “entonces aseguraos que nadie posea el poder"

Las dos formas de socialismo tuvieron numerosos partidarios que se encontraron en la Primera Internacional de Trabajadores en 1864 y polemizaron apasionadamente entre sí, hasta romper en 1872. Ambas corrientes coincidieron en su crítica al capitalismo; pero Mikhail Bakunin ponía en guardia a los seguidores de Marx contra "la burocracia roja" y les advertía que si las ideas de éste eran alguna vez implementadas, se instituiría "el peor de todos los gobiernos despóticos". (Faltaba tiempo para que Lenin ascendiera al poder y Stalin mandara a prisión y a la muerte a millones de seres humanos. Sin embargo, nadie podría llamarse a engaño: la advertencia había sido formulada). Al romper los dos hombres, Bakunin ejerció su influencia en Francia, Italia y España (y a través de ésta, en América Latina), y Marx, en Alemania e Inglaterra. Rusia sería sacudida por el conflicto entre ambas doctrinas.

Daniel Guerin, en su libro “Anarquismo”, dice que "el anarquismo es sinónimo del socialismo; el anarquista es primeramente un socialista cuyo fin es la abolicion de la explotacion del hombre por el hombre". Pedro Kropotkin, a su vez, en “Comunismo Anarquista: sus bases y principios”, agrega que el anarquismo es "el sistema de socialismo, pero sin gobierno". Y Bakunin, en “La idea del Estado”, sostiene que "libertad sin socialismo es privilegio e injusticia, pero socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad".

En lugar del centralismo, el anarquismo postula la descentralización, el federalismo y la autonomía; en lugar de la jerarquía, la libertad y la igualdad; en lugar del mando-obedezco, la solidaridad, y en lugar de la autoridad, el consenso.

En cuestión de métodos, hay dos clases de anarquistas: los partidarios de la transición pacífica y los de la violencia. Los pacifistas tienen a pensadores notables como Mallarmé en Francia, Thoreau (y Noam Chomsky ahora) en EEUU, Tolstoi en Rusia, Oscar Wilde (y Chesterton después) en Gran Bretaña, y Gandhi en la India. Casi todos son individualistas y postulan que las transformaciones deben operarse primero en la conciencia individual y luego en la social; pero aceptan la “acción directa” no-violenta y la desobediencia civil. El propio Proudhon creía que era posible crear dentro de la sociedad existente asociaciones de trabajadores que la reemplazaran.

En cambio, los anarquistas partidarios de la violencia, casi todos colectivistas, están divididos en lo que se refiere a la “acción directa”. Unos sostienen la necesidad de la revolución social y otros claman no sólo por ésta sino por todas las formas de violencia, incluidos los atentados y los actos terroristas a través del autosacrificio.

Bakunin, por ejemplo, quien era partidario sólo de la revolución social, afirmaba que la violencia era necesaria para destruir las instituciones sobre las que se basan la jerarquía y la autoridad, principalmente el gobierno, el capital y el clero. La destrucción debía ser el preludio necesario para construir una sociedad libre y pacífica. Decía que “la pasión por la destrucción también es una urgencia creadora”. Al morir en 1876, sus ideas serían desarrolladas en acción, más que en ideas. Se convertiría en el héroe de los mítines, las barricadas y las prisiones. Kropotin, en cambio, sería más celebrado por sus escritos que por sus acciones, a pesar de su carrera como militante revolucionario. Fue él quien revivió el esquema de Tomás Moro como meta suprema del anarquismo socialista: “de cada quien según sus medios, a cada quien según sus necesidades”. Pero sería Errico Malatesta quien tendría una gran popularidad, al difundir la idea de que el socialismo anarquista debe ser propagado por la insurrección popular, más que por ideas.

Al fallar los efectos de la insurrección popular, el activismo anarquista se orientó hacia el terrorismo y se propuso atentar contra la vida de algunas personalidades, a fin de demostrar la vulnerabilidad de la autoridad e inspirar a las masas el autosacrificio. Entre 1890 y 1904 se hizo una lista de las figuras que debían ser eliminadas: el rey Humberto I, de Italia; la emperatriz Elizabeth, de Austria; el presidente Sadi Carnot, de Francia; el presidente McKinley, de EEUU, y Antonio Cánovas del Castillo, primer ministro de España. Este tipo de planes y acciones desacreditaron al anarquismo entre mucha gente.

Pues bien, Ricardo Flores Magón y su arrojado grupo de combatientes por la libertad, evolucionaron del liberalismo al socialismo libertario -al anarquismo-, y habiendo sido perseguidos por la dictadura porfirista y el gobierno de EEUU, se convirtieron en partidarios de la revolución social. En el mural de David Alfaro Siqueiros, en el Castillo de Chapultepec, Flores Magón aparece entre Proudhon y Kropotkin.


Mural de David Alfaro Siqueiros. Castillo de Chapultepec

Su doctrina fue netamente anti-autoritaria. Flores Magón decía en 1910 que “el pueblo mexicano se ha levantado en armas, no para tener el gusto de echarse encima un nuevo presidente, sino para conquistar, por el hierro y por el fuego, Tierra y Libertad”. Y agregaba en 1917 que “cada día aumenta el número de los convencidos de la inutilidad de la institución que se llama gobierno…; creían que el gobierno era malo porque se encontraban al frente de él Porfirio Díaz y los científicos; pero después de siete años de cambios de presidentes y de camarillas, son muchos los que ahora se dan cuenta de que el gobierno es malo, ya se encuentre Pedro o Juan en el poder”.

Sin embargo, por una extraña paradoja del destino, la revolución social que promovieron y fomentaron Flores Magón y su grupo sólo fue influenciada por el anarquismo (desde el punto de vista político) en forma muy limitada. En cambio, el fascismo, en las primeras décadas; el socialismo autoritario, al final, y el capitalismo de Estado, siempre, le imprimieron fuertemente su huella. No trajo aparejada la abolición del poder porfirista-maderista-huertista, menos la del revolucionario, sino al contrario: gracias a Venustiano Carranza, estableció otro poder más fuerte que el que había destruido, un poder casi dictatorial: el poder revolucionario, sancionado por la Constitución Política de 1917, que sujetó los órganos federales legislativo y judicial al ejecutivo, las entidades federativas al gobierno central, y la autoridad del Estado a una sola persona: el presidente de la República.

Después de 85 años de haberse puesto en vigor este sistema constitucional, es impostergable otorgar más atribuciones a los órganos legislativo y judicial de la Federación, a fin de atenuar las secuelas negativas del presidencialismo; dar más autonomía a las regiones, a las localidades y a los grupos étnicos, a fin de mitigar los efectos nefastos de nuestro feroz centralismo, y conceder más importancia al individuo -al ser humano-, a fin de limitar el creciente despotismo de los partidos políticos. No importa que esto no implique ningún avance hacia el socialismo. Se obtendrá el equilibrio político y social que el país necesita. Entonces, la influencia de Flores Magón se equilibrará, en este aspecto, con la de Carranza. En todo caso, tal es la ruta hacia la que inevitablemente se orientarán las próximas modificaciones constitucionales.

jherrerapen@hotmail.com


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