Política e historia

José Herrera Peña

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México 2001


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Transición permanente

JOSÉ HERRERA PEÑA

26 junio 2001. Todavía estamos en “transición democrática”, lo que pasa es que los partidos políticos no se han dado cuenta. Tres versiones distintas de esta sola conclusión verdadera fueron difundidas los últimos días: las de Santiago Creel, secretario de Gobernación; Adolfo Aguilar Zinser, coordinador de Seguridad Nacional, y Porfirio Muñoz Ledo, embajador de México ante la Unión Europea.

Antes de revisar someramente dichas versiones, recuérdese que, según la doctrina “clásica”, la “transición democrática” está formada por tres elementos: es resultado de un pacto, es rápida y es exitosa. Si no resulta de un pacto, o es lenta o no es exitosa, será cualquier cosa, menos “transición”. Esto es comprensible, porque la “transición” es el instante en que el líquido se convierte en gas, la crisálida en mariposa o la dictadura en democracia. Es el paso de un estado a otro, de un momento a otro. Por eso tiene que ser transitoria, circunstancial, coyuntural, accesoria y temporal.

Sin embargo, según la doctrina oficial mexicana, la “transición a la democracia” no es transitoria, sino duradera; no es circunstancial sino esencial; no es coyuntural sino prolongada; no es accesoria sino principal, y no es temporal sino permanente. Vivimos en ella. La sentimos. La respiramos. La tocamos. Sus portavoces no se explican por qué los partidos políticos no actúan en consecuencia.

Por lo que se refiere al pacto fundacional, requisito primigenio y fundamental de la “transición”, los tres funcionarios del gobierno coinciden en que “los políticos no han aportado nada en las mesas de negociación” (Creel), que “la transición mexicana presenta características muy peculiares, una de las cuales es la ausencia de consensos” (Zinser), y que “lo que México necesita es un acuerdo político entre las partes… “, porque no lo hay. (Muñoz)

Si no hay pacto, tampoco podrá haber “transición”. Sin embargo, ¿por qué no ha habido acuerdo entre los partidos políticos?

Porque, según Creel, ha faltado una agenda mínima que conjugue sus intereses. Porque, según Zinser, “las elecciones del pasado mes de julio dejaron a las fuerzas políticas mexicanas, incluido al partido vencedor (PAN) en una situación muy incierta”. Porque “los priistas tienden a comportarse como si la transición la hubiesen hecho ellos mucho antes de las elecciones… y (como si) el gobierno de Fox no fuese sino un mero accidente que interrumpe circunstancialmente la continuidad del proyecto priista”. Y además, porque “el PRD tiende a comportarse como si la transición y la alternancia no se hubiesen dado y como si el régimen político mexicano no fuera en esencia a cambiar hasta en tanto el PRD no llegue al poder”. Y, por último, según Muñoz, “no se ha propiciado entre todos un acuerdo político… (porque) los actores políticos nacionales no se aceptan a sí mismos en una etapa de cambio… y (porque) se confunde transición con alternancia en el poder”.

El caso es que no hay pacto. En cuanto a la rapidez de la “transición”, ésta no se ve por ninguna parte. Y es de notarse que, en este aspecto, las metas –y la velocidad para alcanzarlas- son diferentes, según los agentes que las tratan. Las del encargado de la política interna son modestas. Las del coordinador de seguridad nacional, son de más aliento. Y las del embajador, sumamente ambiciosas. Dicho en otros términos, las del primero son posibles; las del segundo, deseables, y las del tercero, cuasi-utópicas.

“El gobierno del presidente Fox –señala Creel- se asume como un gobierno de transición”. Por eso propone que se pacten, antes de las próximas elecciones federales, la reelección inmediata de los legisladores, la legalización del secreto gubernamental en actos excepcionales -como parte del derecho a la información-, la autonomía del INEGI y la “federalización” de algunas actividades, en abstracto.

Por su parte, Zinser acepta que “la democracia es un proyecto en construcción”. Si no es resultado de un acto de voluntad, es un proceso necesariamente lento, que implica “rediseñar las reglas del juego político para garantizar la gobernabilidad, reconfigurar el Estado, sanearlo, someter a la autoridad a la exigencia de responsabilidades, combatir la corrupción y la impunidad, y atacar desde un solo frente los graves problemas de marginación, desigualdad, inseguridad y destrucción ambiental que ponen en entredicho el proyecto democrático y la integridad de la nación”.

Y por último, Muñoz dice que “es inexplicable y sorprendente que todos los días escuchemos hablar de una nueva reforma constitucional, como si estuviéramos hace cinco o diez años, cuando cada gobierno reformaba 50 ó 60 veces la Constitución. Ahora varios artículos ya se están reformando con motivo de la ley de derechos de los pueblos indios, por la posible reelección de diputados y senadores, y por los cambios de ciertas instituciones fundamentales y del derecho a la información”. E insiste que “una transición desemboca en una Constitución que ya no se toca más…en un nuevo pacto social a largo plazo”.

Luego entonces, ni hay pacto, ni hay rapidez. Ni siquiera hay acuerdo sobre el significado de la “transición” entre los miembros del equipo gobernante. Y si no hay acuerdo entre ellos, menos lo podrá haber con los partidos políticos. Por eso, Zinser piensa que “al PAN (no a Gobernación) le toca articular el consenso”. Primero, internamente: “es indispensable que el Presidente y el partido que lo llevó al poder compartan una misma agenda de transición democrática”. Y luego, entre el partido-gobierno y los demas partidos políticos. “El PAN y el gobierno deben convencer al PRI, al PRD y a las demás fuerzas partidarias, a los sindicatos, a las organizaciones sociales y campesinas, a los intelectuales y a los indígenas, que la democracia es… una obra de todos y una responsabilidad común”.

Todo eso está muy bien. Pero la realidad se resiste a acomodarse a la teoría de la “transición” en sus tres modalidades. Por lo tanto, no caben sino dos alternativas: o se sigue así y peor para la realidad, o se acepta la realidad y se sustituye la teoría de la “transición” por una teoría de gobierno, que implica no sólo administrar la realidad sino también modificarla, que es a donde aparentemente empieza a orientarse Creel. Ya veremos.

jherrerapen@hotmail.com

   


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