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Oleajes históricos JOSÉ HERRERA PEÑA 24
julio 2001. No
fue la cumbre del G8 quien hizo la noticia. Fueron las multitudes en las
calles de Génova, Italia. Los representantes de los países más ricos
del mundo quedaron entre sombras. Los reflectores se enfocaron a los
manifestantes procedentes de todos los rincones de la Tierra. ¿Quiénes
son? ¿Qué quieren? Primero,
los grandes (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña,
Italia y Canadá) ¿cuán grandes son? Para tener idea de ello, hay que
recurrir a las cifras. Estados Unidos es la primera economía del mundo
en tamaño y la 8 en PIB por habitante; Japón, la segunda en tamaño y
7, respectivamente; Alemania la tercera y 13; Francia la cuarta y 21;
Gran Bretaña la quinta y 23; Italia la sexta y 29, y Canadá, la novena
y 30. La invitada, que es la Federación Rusa, es la dieciseisava y 99.
(México es la doceava economía en tamaño del mundo y la 72 en términos
de ingreso por persona) Según
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que suscribe el
informe sobre indicadores de “desarrollo humano”, 48 países son de
"alto desarrollo", y del 48 al 127, de "desarrollo
medio". En realidad, del 24 en adelante se abren grandes abismos.
Pues bien, Canadá es el país número 3; Estados Unidos, el 6; Japón,
el 9; Alemania, el 17; Francia, el 13; Inglaterra, el 14, e Italia, el
20. A pesar de que Noruega, Suecia, Islandia y Finlandia no forman parte
de las primeras economías del mundo, se encuentran entre las primeras
10 en “desarrollo humano”, lo que significa que su ingreso está
mejor distribuido. (México ocupa el lugar 51 de la lista) Hay
contrastes que dan vértigo. Bolivia, por ejemplo, uno de los tres
grandes productores de coca en América Latina, con 8.1 millones de
habitantes, tiene un PIB de sólo 8 mil 100 millones de dólares. Por su
parte, Nicaragua, con 4.5 millones de habitantes, que hizo una revolución
que le costó una deuda externa de más de 6 mil millones de dólares,
tiene un ingreso nacional bruto de 2 mil millones. Sin embargo, la
riqueza de Silvio Berlusconi, presidente de Italia, se estima en 12 mil
800 millones. Este individuo, en otras palabras, es más rico que
Nicaragua y Bolivia juntos, o, si se prefiere, él solo, más que 12.6
millones de seres humanos. ¿Para
qué se reunió el G-8? “Para resolver los problemas del mundo, entre
ellos, la pobreza”, respondieron sus miembros. “Para determinar las
prioridades mundiales de las 1,000 principales corporaciones
financieras, industriales y de servicios”, respondió el primer Foro
Social Mundial que se reunió en abril pasado en Brasil, y que señaló:
“Las organizaciones económicas y financieras internacionalizadas,
sean privadas, como la Cámara de Comercio Internacional o el Club de
Londres; sean para-estatales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional o la Organización Mundial de Comercio, disponen de una
capacidad de intervención efectiva en la gestión de los negocios en el
mundo. Todas están en manos de la oligarquía de la minoría de
países más ricos del planeta”. Amartya
Sen, premio Nobel de economía, agregó con palabras cáusticas: “una
prosperidad sin precedente desde los orígenes de la humanidad, florece
sobre la más extrema miseria, y enormes desigualdades crecen no sólo
entre países ricos y pobres, sino también al interior de los países.
Es fácil constatar las consecuencias de la globalización creada
por el neoliberalismo: una riqueza obscena que se acumula entre
las manos de un puñado de hombres que deciden el destino de toda la
humanidad”. Para
corroborar lo anterior, Noam Chomsky, del Instituto Tecnológico de
Massachussets, uno de los lingüistas más notables de Estados Unidos, y
quizá (según el New
York Times) el más importante de los pensadores contemporáneos, acaba
de denunciar que en su país, “desde hace más
de un cuarto de siglo, los salarios de la mayoría de los trabajadores
se han congelado o caído, las horas de trabajo drásticamente
aumentado, y los beneficios y sistemas de seguridad, reducido. Durante
los años dorados, los indicadores sociales seguían al PIB. A
partir de la mitad de los años 70, han venido declinando regularmente,
alcanzando índices de 40 años atrás”. ¿Quiénes
se han manifestado en contra del G-8? Cuando ocurrió la primera
revuelta en Seattle, en 1999 (seguida de Davos, Washington, Praga y
Quebec) se nos dijo que eran comunistas, sindicalistas y políticos
resentidos. Ahora, visto el crecimiento de las protestas en número y
vehemencia, se nos explica que son anarquistas. Cierto.
Pero son también obreros inseguros en sus fuentes de trabajo,
desempleados sin ilusiones, campesinos sin tierra, emigrantes sin
patria, mujeres sin esperanza y jóvenes sin porvenir. Son los
desheredados de la Tierra. Son derechistas, izquierdistas, centristas,
liberales, demócratas, socialistas y socialdemócratas
de numerosos partidos políticos nacionales del mundo. Son
distinguidos intelectuales. Son incluso gobernantes de algunas naciones
pobres y de otras no tan pobres. Ahora
bien, lo importante no es sólo saber quiénes y cuántos son, sino
también qué quieren. Ya empezaron a decirlo. El Foro Social Mundial de
Porto Alegre, paralelo a la última reunión de magnates en Davos, mostró
hace tres meses el avance conceptual e inclusive, teórico, que han
logrado los "globalifóbicos", apoyados cada vez más por la
reflexión de los hombres de saber. Su idea central es que los gobiernos
se establecieron para defender los grandes intereses de los pueblos, no
los grandes intereses de las corporaciones mundiales. Por consiguiente,
los órganos del poder deben utilizarse para beneficio de los pueblos,
no sólo de las corporaciones. No rechazan la "globalización”
sino únicamente que se aprovechen de ella unas cuantas naciones, y de
éstas, las grandes empresas que las dominan políticamente. Al
ramificarse este principio en distintas direcciones, no será difícil
que se dé forma a una nueva teoría democrática “globalizadora”. Y
si esto es así, no hay duda que ésta será el motor que extenderá las
protestas de las multitudes y pondrá nuevamente en marcha a nuestros
pueblos. |