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Lista roja JOSÉ HERRERA PEÑA 17
julio 20001. Ahora que el
presidente Fox puso en la lista roja a los hombres y mujeres de la
pluma, es oportuno preguntar: ¿qué es mejor? ¿Un gobierno sin prensa
o una prensa sin gobierno? De
las leyes expedidas a principios del siglo XIX por las cortes españolas,
la más importante sin duda fue la de imprenta, promulgada para
“atender la facultad individual de los ciudadanos de publicar sus
pensamientos e ideas políticas”. Esta ley, según las cortes, sería
el “único camino para llegar al conocimiento de la verdadera opinión
pública”; “ilustrar a la nación en general” y permitir “un
freno de la arbitrariedad de los que gobiernan”. Al publicarse en la
Nueva España en octubre de 1811, Carlos Ma. de Bustamante inauguró su
periódico con el significativo título de: “Conque podemos hablar, ¿eh?” Pero
esta libertad no duró ni tres meses. El diputado Ramos Arizpe,
apoyado por treinta y un diputados, pidió a las cortes que el gobierno
informara cuál era el estado de la ley de imprenta en la América
mexicana. No fue sino hasta el 23 de julio de 1813 que el Consejo de
Estado se reunió para atender tal petición. El único consejero
americano que había a la sazón, el conde de Piedra Blanca, dijo que le
parecía muy peligroso que las autoridades subalternas suspendieran una
ley que las cortes habían expedido para cumplirse y hacerse cumplir;
que el virrey y la audiencia habían incurrido en responsabilidad, y que
ésta debía exigírseles en la forma prescrita por las propias leyes.
Pero su voz fue anulada. Las cortes consideraron que en México no debía
haber tal libertad mientras durase la revolución de independencia. De
este modo, sostuvieron la validez del derecho contra el Derecho. O, si
se prefiere, la validez del derecho de excepción contra el Derecho
fundamental. En
Estados Unidos, Jefferson se dio cuenta a fines del siglo XVIII que la
prensa sería decisiva para impulsar el autogobierno y la libertad
ciudadana; pero como jefe de Estado encontró intolerables los
reportajes críticos. Pensaba que la actitud de la prensa perjudicaría
sus esfuerzos de gobierno. No fue el único de los ocupantes de la Casa
Blanca que se quejaría abiertamente del maltrato informativo; pero ni
él ni sus sucesores se atrevieron a acallar a sus críticos. Al
contrario. Sometieron sus actos de gobierno al escrutinio público. El
antagonismo entre gobernantes y la prensa trajo como resultado que el público
se mantuviera mejor informado. En
México, los combates entre los ciudadanos que postulan y defienden la
libertad de prensa y los gobiernos que ha tratado de controlarla,
corromperla o reprimirla, no han cesado. Sutiles unas veces,
encarnizados otras, dichos combates han sido constantes. Bajo el largo
gobierno dictatorial de Porfirio Díaz, los periodistas críticos fueron
permanentemente encarcelados e incluso algunos, entre los que destacó
Ricardo Flores Magón, tuvieron que vivir en el exilio. En el
revolucionario siglo XX, varios medios, entre ellos Excelsior,
serían agredidos por el gobierno, y numerosos periodistas, entre los
que destaca Manuel Buendía, asesinados. Siguió prevaleciendo el
derecho contra el Derecho. En
Estados Unidos, la cobertura noticiosa también adquirió un carácter
confrontacional con el gobierno, como en México casi en los mismos años;
pero los reportajes de Bob Woodward y Carl Bernstein, del Washington
Post, sobre el escándalo Watergate, al dar lugar a la
indagación, la investigación y el análisis, enriquecieron el
periodismo. Al mismo tiempo, el gobierno del presidente Richard Nixon
impuso la censura previa a medios importantes de prensa, como el New York Times y el Washington
Post. Por razones de seguridad nacional, les prohibió
que publicaran datos sobre la intervención de Estados Unidos en la
guerra de Vietnam. Pero el New
York Times interpuso querella
(número 403 U.S. 713) y la Suprema Corte de Justicia, por 6
votos a 3, falló contra el intento. De este modo, esos medios
publicaron en plena guerra el expediente que se conoció como
"Documentos del Pentágono". Como
es fácil observar, las decisiones importantes en materia de libertad de
prensa siempre se han resuelto en México y Estados Unidos no sólo de
manera distinta, sino opuesta, tanto en el pasado remoto como en el
reciente. Ahora,
en Estados Unidos, además del estilo periodístico agresivo, el nuevo
ambiente noticioso ha dilatado sus fronteras con mayores canales de
difusión y fuentes de internet. Todos estos portales de información
requieren un constante suministro de información. Los medios de
comunicación han multiplicado las oportunidades de desempeñar su
papel, aunque no siempre para aclarar la confusión sino para
aumentarla. En una conferencia relativamente reciente, el conocido
periodista de la cadena de televisión ABC, Ted Koppel, señaló:
"Hay por lo menos dos tipos de ignorancia extrema. Durante siglos
hemos conocido el primer tipo: una ignorancia que cubría a casi todo el
mundo como una nube negra. Era la ignorancia que existía en un vacío,
en el que no había ninguna información. El segundo tipo es un fenómeno
nuevo, que se presenta como una paradoja. Este segundo tipo de
ignorancia existe en el mundo de la anarquía electrónica, en el cual
es tan abundante la información, que la mente no sabe ya qué creer. Si
el conocimiento rara vez bastó para obtener la sabiduría, el exceso de
información nunca servirá para alcanzar el conocimiento." En
México, el gobierno de Fox pretende cubrir a la nación con la “nube
negra” de la “ignorancia extrema” de primer tipo. Al poner en un
dantesco círculo rojo a quienes ejercen la crítica de prensa, intenta
fundar su gobierno en “el vacío” que produce la “falta de
información”. Y como cree que su gobierno es de “transición”, se
considera autorizado para hacer valer su derecho contra el Derecho. No
se le ha ocurrido pensar que la otra “ignorancia”, la de segundo
tipo, originada por el “exceso de información”, podría darle quizá
mejores resultados. Y menos
aún que una nación bien informada, además de ser una nación
fuertemente democrática, es la única que podría sostener a un
gobierno democráticamente fuerte. |