Historia y política

José Herrera Peña 

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SEMANA POLITICA

Si las cifras del gobierno fueran verdad no tendríamos a 42 millones de compatriotas viviendo con menos de 20 pesos al día. Por ello hay quienes piensan que el “mayor gasto social de la historia” no es tal. Sucede, por ejemplo, que el gobierno decidió incorporar al rubro “gasto social” el dinero que aporta a las Afores; el destinado al campo; el que va a salario de los maestros.

 

Propaganda y realidad


PABLO HIRIART

Hace un par de años el comandante Fidel Castro cerró su discurso ante mandatarios de todo el mundo con una frase impactante: “en las calles del mundo duermen 200 millones de niños. De ellos, ninguno es cubano”.

No es un mérito menor, sin duda. Pero también es cierto que cada gobierno toma aquella parte de la realidad que le favorece para lucirla.

Hay de logros a logros, es verdad.

Nuestro gobierno ha desplegado un amplio repertorio para destacar los compromisos cumplidos de la administración saliente.

En los discursos se reitera una y otra vez el hecho estadístico de que ahora se destina un porcentaje presupuestal más alto que nunca al combate a la pobreza.

Que ahora los gobernantes son honestos, no como antes que eran patrimonialistas.

En su propaganda televisiva, el gobierno festeja la capacidad de elegir que tenemos los ciudadanos del país:

Tú eliges a dónde viajar, tú eliges lo que quieres hacer, tú eliges quién te gobierne, dicen los spots de televisión que en estos días inundan las pantallas y se rubrican con el logo del actual sexenio presidencial.

Estas frases alegres llegaron, sin embargo, casi a la par con el más reciente Informe sobre Desarrollo 2000-01 del Banco Mundial.

El Informe nos dice, con toda claridad, que más allá de los discursos y de la propaganda está la realidad.

El 42 por ciento de los mexicanos vive con menos de 20 pesos al día.

Esos 42 millones de ciudadanos ¿pueden elegir a dónde viajar, como dice la propaganda?

Claro que no: a lo sumo tienen la libertad de viajar del campo a la ciudad, a continuar una vida de miseria con el agravante de las penurias urbanas.

Son libres, también, de quedarse a mirar cómo sus hijos crecen desnutridos y sin más esperanza de que pronto se empleen para obtener 20 pesos al día.

Los más aventajados, e incluso con un ingreso superior, pueden aspirar a irse del país: engancharse con un coyote y viajar de braceros a Estados Unidos.

¿Se le puede llamar libertad a eso?

De esos 42 millones, empero, sólo una parte alcanza ingresos de 20 pesos diarios: hay 18 millones que viven con menos de 10 pesos al día.

¿Qué capacidad de elegir tienen?

¿De veras pueden hacer lo que quieren, como dice la propaganda?

Según el Informe del Banco Mundial, la leve mejoría que se registró en el abatimiento de los niveles de pobreza en la primera parte de los 90, se ha esfumado.

El gobierno insiste, sin embargo, en que nunca se había destinado mayor porcentaje del presupuesto a atender los rezagos sociales.

¿Cómo entender, entonces, que mientras más recursos se destinan al gasto social, más pobres haya en el país?

O son muy ineficientes, o hay trampa.

Algo no funciona en la realidad, aunque camine de maravilla en las estadísticas del gobierno.

Según las cifras oficiales el desempleo en el país es del 2.2 por ciento.

Esto nos pone a niveles superiores que Gran Bretaña, España, Francia, Italia...

En el papel, desde luego.

Porque si las cifras del gobierno fueran verdad no tendríamos a 42 millones de compatriotas viviendo con menos de 20 pesos al día.

Por ello hay quienes piensan que el “mayor gasto social de la historia” no es tal.

Sucede, por ejemplo, que el gobierno decidió incorporar al rubro “gasto social” el dinero que aporta a las Afores; el destinado al campo; el que va a salario de los maestros.

Así, con la alteración de los parámetros para medir el gasto social, el gobierno se sube al primer lugar del podio de los vencedores en destinar recursos a las necesidades sociales del país.

Detrás, sin embargo, está la realidad: 42 millones que subsisten a base de chile y tortilla.

Los que pueden, claro está.

Es que con el argumento de no beneficiar a gente de Las Lomas, el gobierno castigó a los más pobres quitando el subsidio a la tortilla.

Quienes tenían acceso gratuito a un kilo diario de tortillas, disminuyeron entre 1997 y esta fecha en un millón 210 mil familias.

El padrón de niños mexicanos que recibe leche gratis se redujo de cinco millones 244 mil, a cuatro millones 200 mil... para no duplicar subsidios.

No vaya a ser que algún chamaco reciba doble beneficio.

Mientras se ejecutaban esos criterios rigurosos paras los pobres, los grandes banqueros podían disponer de 80 mil millones de dólares propiedad de todos los mexicanos, para hacer frente a las carteras vencidas de sus instituciones de crédito.

Y ahí va la pobreza otra vez para arriba.

Pero los discursos y la propaganda no sólo llegaron junto con el Informe del Banco Mundial.

También se empataron con el informe de Transparencia Internacional, que mide la corrupción gubernamental en el mundo.

De nueva cuenta, reprobados.

Y con qué calificación: 3.3, en escala de uno a 10.

Peor que el año pasado.

¿Por qué vamos para atrás?

Aquí también la realidad marcha en sentido contrario de los discursos oficiales.

Se supone que los corruptos ya no están en el gobierno. Entonces, ¿por qué a los funcionarios del gobierno se les percibe cada vez peor?

Hay cosas que pesan para que así sea.

Aunque las cosas no siempre sean como parecen, los hechos se han presentado de tal manera que la percepción pública es que la corrupción se ha incrementado.

Es inevitable que la gente se pregunte por qué está prófugo el secretario de Turismo.

Qué pasó con Fobaproa.

Por qué a unos banqueros se les ayudó a rescatar sus bancos y a otros —muy pocos— se les mandó a la cárcel, cuando todos hicieron lo mismo.

Por qué se vendieron bancos sin licitación pública.

Por qué se suicidó el creador del Renave.

Cómo es que se detectan cargamentos de droga en aviones de la Procuraduría.

Qué pasó para que el general encargado de combatir al narcotráfico haya resultado ser, desde antes, un empleado de Amado Carrillo, según la información oficial.

Cómo es posible que el responsable de resguardar los bienes incautados a los narcos, el Oficial Mayor de la PGR, se llevara parte de su trabajo a cajas de seguridad que eran suyas.

Por qué el primer comandante de la Interpol, que trasladó en calidad de detenido a Miguel Cavallo desde Cancún a la ciudad de México, estaba acusado de robo de autos en el extranjero.

Cómo puede explicarse que luego del gran golpe publicitario que significó la “operación Cancún”, prácticamente todos los “peces gordos” que fueron detenidos recobraron su libertad.

Cuál es el fondo que hay en la acusación de los dos importantes hoteleros cancunenses en contra de la PGR, por haberlos torturado para implicar en el narco a altos funcionarios de la presente administración.

Por qué el narco llegó a corromper a los elevados mandos del Ejército, como lo muestra la detención de dos importantes generales por asociación con el crimen organizado.

Por qué fuentes del gobierno filtran a los medios que hay otros generales, con las más altas responsabilidades en la República, que también están coludidos con los cárteles de la droga.

¿Puede el gobierno aspirar, con este panorama, a que la gente y organismos internacionales no perciban un incremento en la corrupción en el país?

“Es que antes se tapaba la corrupción, ahora no”, dice el discurso oficial.

Vamos a suponer que así es.

Pero entonces, ¿por qué se califica peor al gobierno ahora que, por ejemplo, en 1999, si en ambos periodos el gobierno ha sido el mismo?

¿Por qué en estos seis años que toma la muestra, no hemos podido llegar siquiera a una calificación de 3.5?

No todo es negro: una de las libertades que enumera la propaganda televisiva es real. Ante los hechos, la gente se decidió a ejercerla: cambiar de gobierno.

Correo electrónico: phiriart@cronica.com.mx

Publicado en La Crónica, 18 septiembre 2000

 


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