Política e historia 

José Herrera Peña 

Quien es el editor

 

 



México 2000


Portada Sección Política Enlaces Ilustraciones Temario



 

 

 

 

 

 

La Gira por Norteamérica

Chiapas, mitos...

El EPR dijo no al IFE

El ERPI también se niega

Cambio de política exterior

Reforma del Estado

El mensaje de las urnas

 Nuevos partidos políticos

 El rey ha muerto

  

¿Desaparecer la SECODAM?

 El dinero de los partidos

 El ejército y Vicente Fox

 

El caso SUP RAP 0015/2000

 

Gato por liebre
Por GUSTAVO ESTEVA

Cd de México.-La Comisión para la Reforma del Estado del Presidente electo continúa una sólida tradición: la que ignora, desde la fundación del país, realidades y esperanzas de la mayoría de los mexicanos.
Casi todos los notables que la forman son realmente notables. Muchos de ellos merecen admiración y respeto. Confío en que su contribución al asunto empezará por cambiar los términos de la convocatoria que los reunió.
El puñado de notables que inventó el Estado mexicano y escribió su primera Constitución estrenó sin pudor alguno esa tradición excluyente. No tomaron en cuenta a los pueblos indios, que formaban entonces la inmensa mayoría de la población, porque creían, como Morelos, que era "sentimiento de la nación" ser gobernada por los criollos. Sólo éstos -3 por ciento de los flamantes mexicanos- debían ser oídos.
Los autores del documento expresaron candorosamente su concepción al darlo a conocer. Señalaron que en todos sus pasos se habían "propuesto por modelo la república feliz de los Estados Unidos del Norte". Siguiendo ese ejemplo, que lo es aún para muchos notables de hoy, llegaríamos "al templo de la felicidad, la gloria y el reposo".
Tal camino no nos ha traído felicidad, ni gloria, ni reposo. Pero nada detiene a estas elites económicas, políticas o intelectuales. Persisten en su empeño de imponer a todos sus ideas y sentar las bases del esfuerzo general desde arriba y desde afuera.
"Los problemas constitucionales no son primariamente problemas de derecho sino de poder", decía Lasalle. Las constituciones expresan la forma en que está estructurado el poder en una sociedad.
El Estado mexicano se fundó con una estructura de poder que reproducía la de la Colonia. Apenas contaban en ella los pueblos indios, para los cuales la independencia sólo significó una sustitución de opresores.
Esa estructura de poder estableció en la Constitución que "la religión de la nación mexicana es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana" y que "la nación la protege con leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra". Esa "perpetua" religión de Estado duró menos de 50 años: otra estructura de poder desechó noción tan insoportable. Pero los liberales de Juárez, aún atenidos al modelo norteamericano, desamortizaron con los bienes de la Iglesia los de los pueblos indios, que poco después pasaron a manos de los hacendados.
Los ejércitos indígenas y campesinos que hicieron la Revolución tuvieron que ser escuchados en 1917. Pero otro grupo de notables encontró las fórmulas de compromiso que impidieron a todos los gobiernos emanados de la Revolución satisfacer plenamente sus reivindicaciones. Menos aún se ocuparon de ellas los gobiernos neoliberales que desmantelaron ese régimen.
Para apreciar el espíritu antidemocrático de la comisión basta comparar su integración con la del Foro para la Reforma del Estado convocado por los zapatistas. Mientras en éste se hicieron oír con fuerza y claridad voces de todos los sectores sociales, particularmente de las nuevas mayorías sociales y los pueblos indios, la comisión está formada por un puñado de personas que nadie podría considerar cabalmente representativo de la sociedad mexicana actual, y ni siquiera de su estructura del poder.
Se ha pretendido justificar la obvia omisión de los indígenas en la comisión, aunque contribuyeron como ningún otro grupo a poner el asunto en la agenda nacional, con el peregrino argumento de que esa "área" corresponde a otra comisión. Esta mentalidad burocrático-administrativa revela el verdadero carácter de la comisión.
La propuesta del PRI: que el Congreso de la Unión se convierta en el eje del debate nacional sobre el tema, no resuelve el problema y puede agravarlo. Ese otro puñado de "notables", muchos de ellos insignificantes, tendrá que discutir y en su caso aprobar cualquier iniciativa de reforma. Pero tampoco ellos reflejan la estructura actual del poder en México, como prueba la sobre-representación que en él tiene el PRI.
Es hora de reformar el Estado. Pero hoy se trata, por la primera vez, de que la sociedad constituya a la Constitución, no a la inversa. Y que, también por primera vez, la Constitución sea verdaderamente incluyente y resuelva al fin la disputa que ha afligido a la República desde el principio de su existencia independiente.
Mal empieza la semana cuando te ahorcan el lunes. Al instalar la comisión, el Presidente electo ratificó su compromiso de "compartir el poder" y el de "fomentar la iniciativa ciudadana y facilitar su inserción en el proceso de transición política". No los cumple al abordar esta cuestión fundamental desde un cenáculo de iluminados, por muy ilustres que sean. Espero que algunos de ellos le enmienden la plana. En vez de un proyecto cocinado al vapor por ellos mismos, en que la sociedad civil participe por correo electrónico, pueden producir una agenda de trabajo satisfactoria, que incluya ante todo un procedimiento auténticamente democrático e incluyente de reforma del Estado.

Correo electrónico:
insopcion@infosel.net.mx

Publicado en Reforma, 30 agosto 2000


Portada Sección Política Enlaces Ilustraciones Temario