El debate*
Alejandro Vázquez Enríquez
Lo
importante no es saber quién ganó el debate el jueves pasado entre
los tres candidatos al gobierno del Distrito Federal -Silva Herzog
del PRI, Creel Miranda del PAN o López Obrador del PRD- sino cuál
fue su utilidad.
López
Obrador se apresuró a atacar al priista de "salinista" y
haber sido el "peor secretario de Hacienda", sin pensar
que no estaba con sus oyentes habituales sino con gente muy bien
informada; la cual, por lo pronto, festejó sus desplantes, pero
después -en su fuero interno- los descalificó. Si su contrincante
es tan malo, ¿por qué su partido se esforzó -no hace mucho
tiempo- por atraerlo a sus filas?
En
sus propuestas, el mismo candidato perredista exculpó a los
criminales que asaltan en la calle, porque son producto de la
pobreza. Si se produce riqueza –según él- se acabará la
criminalidad. Parece lógico, pero su filosofía ofende no sólo a
las víctimas de los asaltos sino también a los pobres. Ni aquéllas
tienen por qué compadecerse de sus agresores -sean pobres o no- ni
los pobres por qué tolerar que se les confunda con delincuentes, sólo
por ser pobres.
El
asunto es grave. La siguiente elección no será para tres años
sino para seis. Tampoco se tratará de otro experimento político
sino de un ejercicio formal de gobierno. Por eso, el candidato Silva
Herzog, en lugar de responder al ataque con el ataque, puso de
manifiesto la personalidad de su adversario. El pasado influye sobre
el futuro. ¿Qué antecedentes profesionales -de administración o
de gobierno- podrían indicarnos la forma en que el perredista
ejercerá sus funciones? No tiene ninguno. Su experiencia política
se limita a haber arrastrado a varios grupos en su natal Tabasco
para impedir el funcionamiento normal de servicios e instituciones:
carreteras, pozos petroleros y demás.
Sus
palabras indujeron a la reflexión. Los asistentes no pudieron menos
que preguntarse: ¿qué queremos para la Ciudad de México? ¿Un
gobernante responsable, con fuerte personalidad y numerosos
contactos –aquí y en el exterior- para atraer capitales, promover
la inversión y crear empleo? ¿Que además tenga una valiosa
experiencia en materia administrativa? ¿O un gobernante diferente,
que nunca ha gobernado nada -ni siquiera el más modesto municipio
de su Estado-, pero que posee habilidades para desencadenar
movimientos sociales de todo tipo? ¿Es eso lo que queremos en la
capital? ¿Más marchas, bloqueos, conflictos y movilizaciones con
fines políticos? ¿Y los recursos públicos? ¿Seguirán manejados
al margen de toda vigilancia institucional?
Esta
es una ciudad con aliento metropolitano. Representa no sólo el
corazón histórico de la Nación sino también su centro político,
económico, financiero, científico y cultural. ¿Qué queremos para
ella? ¿Un gobernante como Silva Herzog, que puso en el eje de su
propuesta la seguridad pública, el desarrollo económico, la
continuación de las obras de infraestructura y el mejoramiento de
los servicios? ¿O un gobernante como López Obrador, cuyo tema
central es la lucha contra la corrupción, a condición de que no
sea la de su propio partido?
El
candidato panista Creel Miranda, como el perredista, también ofendió
la inteligencia de su auditorio, pero de otro modo. A pesar de ser
un político profesional, se declaró “apolítico”. Y no
obstante lo certero de sus críticas contra la actual administración
perredista, fue patético su esfuerzo por presentarse como
representante de la “sociedad civil”, más que de su propia
agrupación política. Condenó a priistas y perredistas por ofrecer
“más de lo mismo” y ofreció un “nuevo” estilo de gobierno,
sin tomar en cuenta que los asistentes saben muy bien la forma en
que gobierna el PAN varias entidades federativas, que no tiene nada
de “nuevo”.
Por
eso, las propuestas de los candidatos, a pesar de coincidir en
muchos de sus puntos, sonaron diferentes. Son diferentes.
Corresponden a tres concepciones políticas. La propia personalidad
de los candidatos encarna dichas concepciones. Para eso sirvió el
debate: para revelar su personalidad y responder a la pregunta: ¿qué
queremos? ¿Una ciudad cuya política sea el desarrollo urbano, económico
y social -bajo un buen gobierno- como lo garantiza Silva Herzog? ¿Una
ciudad cuya política sea no hacer política, como lo ofrece Creel
Miranda? ¿O una ciudad cuya política sea vivir bajo una intensa
movilización política, como lo garantiza López Obrador? |