Historia y política

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José Herrera Peña

México, 2000

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Asamblea Legislativa del Distrito Federal
En este edificio se alojó durante muchos años la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

El debate*

Alejandro Vázquez Enríquez

Lo importante no es saber quién ganó el debate el jueves pasado entre los tres candidatos al gobierno del Distrito Federal -Silva Herzog del PRI, Creel Miranda del PAN o López Obrador del PRD- sino cuál fue su utilidad.

López Obrador se apresuró a atacar al priista de "salinista" y haber sido el "peor secretario de Hacienda", sin pensar que no estaba con sus oyentes habituales sino con gente muy bien informada; la cual, por lo pronto, festejó sus desplantes, pero después -en su fuero interno- los descalificó. Si su contrincante es tan malo, ¿por qué su partido se esforzó -no hace mucho tiempo- por atraerlo a sus filas?

En sus propuestas, el mismo candidato perredista exculpó a los criminales que asaltan en la calle, porque son producto de la pobreza. Si se produce riqueza –según él- se acabará la criminalidad. Parece lógico, pero su filosofía ofende no sólo a las víctimas de los asaltos sino también a los pobres. Ni aquéllas tienen por qué compadecerse de sus agresores -sean pobres o no- ni los pobres por qué tolerar que se les confunda con delincuentes, sólo por ser pobres.

El asunto es grave. La siguiente elección no será para tres años sino para seis. Tampoco se tratará de otro experimento político sino de un ejercicio formal de gobierno. Por eso, el candidato Silva Herzog, en lugar de responder al ataque con el ataque, puso de manifiesto la personalidad de su adversario. El pasado influye sobre el futuro. ¿Qué antecedentes profesionales -de administración o de gobierno- podrían indicarnos la forma en que el perredista ejercerá sus funciones? No tiene ninguno. Su experiencia política se limita a haber arrastrado a varios grupos en su natal Tabasco para impedir el funcionamiento normal de servicios e instituciones: carreteras, pozos petroleros y demás.

Sus palabras indujeron a la reflexión. Los asistentes no pudieron menos que preguntarse: ¿qué queremos para la Ciudad de México? ¿Un gobernante responsable, con fuerte personalidad y numerosos contactos –aquí y en el exterior- para atraer capitales, promover la inversión y crear empleo? ¿Que además tenga una valiosa experiencia en materia administrativa? ¿O un gobernante diferente, que nunca ha gobernado nada -ni siquiera el más modesto municipio de su Estado-, pero que posee habilidades para desencadenar movimientos sociales de todo tipo? ¿Es eso lo que queremos en la capital? ¿Más marchas, bloqueos, conflictos y movilizaciones con fines políticos? ¿Y los recursos públicos? ¿Seguirán manejados al margen de toda vigilancia institucional?

Esta es una ciudad con aliento metropolitano. Representa no sólo el corazón histórico de la Nación sino también su centro político, económico, financiero, científico y cultural. ¿Qué queremos para ella? ¿Un gobernante como Silva Herzog, que puso en el eje de su propuesta la seguridad pública, el desarrollo económico, la continuación de las obras de infraestructura y el mejoramiento de los servicios? ¿O un gobernante como López Obrador, cuyo tema central es la lucha contra la corrupción, a condición de que no sea la de su propio partido?

El candidato panista Creel Miranda, como el perredista, también ofendió la inteligencia de su auditorio, pero de otro modo. A pesar de ser un político profesional, se declaró “apolítico”. Y no obstante lo certero de sus críticas contra la actual administración perredista, fue patético su esfuerzo por presentarse como representante de la “sociedad civil”, más que de su propia agrupación política. Condenó a priistas y perredistas por ofrecer “más de lo mismo” y ofreció un “nuevo” estilo de gobierno, sin tomar en cuenta que los asistentes saben muy bien la forma en que gobierna el PAN varias entidades federativas, que no tiene nada de “nuevo”.

Por eso, las propuestas de los candidatos, a pesar de coincidir en muchos de sus puntos, sonaron diferentes. Son diferentes. Corresponden a tres concepciones políticas. La propia personalidad de los candidatos encarna dichas concepciones. Para eso sirvió el debate: para revelar su personalidad y responder a la pregunta: ¿qué queremos? ¿Una ciudad cuya política sea el desarrollo urbano, económico y social -bajo un buen gobierno- como lo garantiza Silva Herzog? ¿Una ciudad cuya política sea no hacer política, como lo ofrece Creel Miranda? ¿O una ciudad cuya política sea vivir bajo una intensa movilización política, como lo garantiza López Obrador?

 

*Artículo publicado en El Economista el 25 de enero de 2000 y reproducido en esta página con autorización del autor, quien es diputado de la fracción parlamentaria del PRI a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal..


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