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 El dinero de los partidos
CARLOS ELIZONDO MAYER-SERRA

04 ago 2000. Cd de México.-A pesar de tantas diferencias internas y de la pérdida de la guía última, es decir, saberse dueños eternos de la Presidencia, existen razones para que los priistas busquen evitar la ruptura total negociando sus diferencias. Si se mantienen unidos son la mayor fuerza en las dos cámaras y controlan aún 20 gubernaturas. Su peso en el Senado, Cámara que dura seis años en funciones, les da, si evitan las disidencias, poder de veto en toda reforma constitucional, por lo que su poder de negociación es potencialmente muy alto.

La lucha puede ser intensa ya que existe un gran premio para el grupo ganador el control del PRI. Este partido posee activos inmobiliarios importantes, y, sobre todo, tiene garantizado un financiamiento público, según cálculos preliminares del IFE publicados en Reforma (17 de julio) de cerca de 700 millones de pesos para el 2001 y una cantidad equivalente en los siguientes dos años, más un tanto adicional en el 2003, año de elecciones.

Este financiamiento lo recibe el PRI, independientemente de si algunos o muchos legisladores abandonan al partido. Es un dinero que depende de los votos obtenidos en la pasada elección. Dado este  gran premio, los principales priistas no se van a ir de su partido sin dar la lucha por obtener el control de estos recursos o, por lo menos, influenciar en su reparto. El grupo ganador en esta contienda, si juega con inteligencia y ánimo incluyente, puede usar estos recursos para disminuir las deserciones, aunque tendrá también que ajustar los gastos para este nuevo futuro.

El PRI tiene estos tres años para transformarse en una partido competitivo, si en la elección del 2003 tienen una baja importante de los votos se quedarían sin financiamiento importante. El financiamiento que recibe el PRI es el más elevado de todos los partidos, superior al del PAN.

Este partido (PAN) negoció con el PVEM reglas de distribución de los recursos que le llevará a recibir unos 630 millones de pesos para el 2001. Es mucho dinero para el PAN, partido que ha sido relativamente barato. Ha contado con el apoyo de profesionistas independientes que no viven de la política.

Esta nueva cantidad de recursos, y la nueva posición que implica tener un Presidente emanado de sus filas, le representa al PAN el gran reto de crecer, incorporar  militantes, fortalecer sus órganos de dirigencia y de estudio, pagar más a sus cuadros dirigentes para disminuir la salida de militantes distinguidos a la administración federal, sin perder la brújula.

El PRD enfrenta una caída en los recursos públicos que vienen del IFE. Recibirán para el 2001 solamente unos 280 millones. Sirva como comparación que en el  2000 recibió prácticamente lo mismo que el PAN. Este monto relativamente bajo obedece tanto a la disminución en la votación, como al reparto de los votos obtenidos, con fines del conteo de los recursos públicos, con los otros cuatro partidos que conformaron la Alianza por México.

Para un partido que había estado creciendo en los últimos años, donde muchos de sus militantes son políticos profesionales que viven de la política y donde muchos perdieron posiciones en el Congreso (cuentan ahora sólo con el 10 por ciento de las curules), el proceso de ajuste en las finanzas partidistas puede ser doloroso.

Tres partidos hicieron el esfuerzo por ir a los votantes para, de obtener el 2 por ciento de los votos, refrendar o no su registro. Uno, el PARM, pensó que un candidato de renombre como Muñoz Ledo le podía asegurar el éxito. Pero cuando se depende de un solo hombre, éste puede fallar o abandonar. Lo primero -la baja intención de votos por Muñoz Ledo en las encuestas- llevó a lo segundo -a la salida de Porfirio- y el PARM perdió el registro.

El PCD, con Camacho como candidato, terminó en último lugar.

El caso más triste es el de Democracia Social. A pesar de sus poco más de 700 mil votos, quedaron a sólo unos 40 mil de obtener el registro y el derecho a tener diputados federales y recursos públicos.

Los grandes ganones fueron los partidos pequeños que, para asegurar su registro, aprovecharon la estrategia de alianzas seguidas por el PAN y el PRD.

El PVEM contará con cerca de 172 millones de pesos. El dinero en cuestión es cerca del 60 por ciento de lo que recibirá el PRD, con pocos compromisos, menos controles y muchos congresistas con influencia en la toma de decisiones.

El PT obtendrá 133 millones, poco menos de la mitad del PRD, y los otros tres, alrededor de 100 millones de pesos. Estos partidos, cuyos nombres pocos recuerdan y menos identifican con un programa, nunca han ido por sí mismos a una elección, como para saber si tienen votantes. Un principio de equidad y una falla del legislador les permite obtener esta gran cantidad de recursos, siendo partidos mucho menos conocidos que Democracia  Social, el cual se queda fuera del reparto.

El principio de equidad, a mi juicio erróneo, parte de no repartir únicamente en función del número de votantes, para  no darle mayor peso a los partidos más grandes. La regla acordada es la de repartir un 30 por ciento del monto total asignable igualitariamente entre todos los partidos con registro, y sólo el 70 por ciento restante en función del número de votos obtenidos. Por ello, el inexistente PSN tiene una séptima parte de los recursos del PRI y una tercera de los del PRD. La falla del legislador fue no prever que a algún partido le podía ser de interés sumar a una alianza a partidos sin reconocida capacidad de obtener votos.

El PAN hizo un buen cálculo con el PVEM. Le permitió tener una alianza que diera más cobertura que el partido solo, el PVEM había obtenido buenas votaciones sobre todo en la Ciudad de México, y lograr un membrete más prestigioso, la Alianza por el Cambio, en una sociedad donde los partidos son vistos con desconfianza por un segmento importante del electorado.

Pero el PRD, o para ser más exactos Cárdenas, pensó que una alianza de cinco partidos valía más que una de dos, sumando con ese fin a cuanto chiquito estuviera dispuesta a entrarle. Con la fantasía del pasado en mente, es decir, pensando en el Frente Democrático Nacional, de tan buen resultado en 1988, sumaron partidos que lejos de dar votos, los llevaron a pleitos eternos como ya reconoció la dirigente del PRD, que implicó descuidar la estrategia de la campaña electoral. En el camino le abrieron la puerta a suculentos recursos a políticos sin electores que en poco contribuyen a dignificar la imagen de los partidos.

Es una obviedad que el dinero incentiva ciertos comportamientos. Unos, como colaborar en la unidad de los partidos me parece adecuado. Sin partidos sólidos la democracia es difícil de consolidar. Otros comportamientos, como los partidos de amigos y familiares, sin programas de gobierno, y, peor aún, quizás sin electores, debieran ser evitados con los cambios necesarios a la ley.

Entre PRD, PAN y PRI pueden buscar consensos para evitar a través de una mejor legislación las anomalías ya descritas, aunque el PRD puede tener la expectativa de sumar fuerzas con los pequeños partidos en el 2003, dada la gran cantidad de dinero que éstos tendrán a su disposición en los siguientes tres años.

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Publicado en Reforma, 04 agosto 2000